EXTRATERRESTRES EN EL SEXMO

I MARCHA MTB RUTA DEL SEXMO (VILLACASTÍN, 26 DE MAYO DE 2013)

Os voy a contar mi aventura del domingo por la mañana por tierras del Sexmo de San Martín (Segovia). Y alguien se preguntará, con todo derecho, sobre el significado de la palabra Sexmo. Creo que similar pregunta se están haciendo todavía los habitantes del Sexmo sobre el significado de la palabra ciclista.

Objetivos de mi participación en esta singular iniciativa. Varios. En primer lugar, el deseo de salir de los circuitos trillados y excesivamente comerciales en que se están convirtiendo los eventos deportivos organizados en Madrid. Apoyar una nueva competición que tenía por objeto impulsar el desarrollo de la zona segoviana del Sexmo. Organizada con cariño y mucha ilusión por gentes del lugar con intención de lanzar iniciativas lúdicas, culturales, deportivas, etc., me apetecía compartir el proyecto y de paso conocer una zona cercana a mi hogar por la que en muy contadas ocasiones había pasado de refilón.

Y por supuesto, competir, porque lo anterior no desmerece de la sana intención de lanzar la bicicleta por despeñaderos y trialeras, y subir puertos con ganas de guerra y ansia de superación. Si además anuncian que habrá música, buenos avituallamientos y una recepción en meta cariñosa ambientada por un grupo de rock y con comida campestre. Qué más se puede pedir, amigos. En esta aventura me embarqué junto con otras dos almas cándidas que acabaron compartiendo ilusiones gracias a los continuos emails y entradas en Facebook que les había hacho llegar sobre los trabajos, desvelos e ilusiones que los organizadores estaban poniendo en la organización de esta marcha de bicicleta de montaña.

Era consciente de que a una organización amateur que sólo te pide 10 euros por participar en una marcha de casi 80 km, no se le puede exigir la misma altura que a otras más profesionales y sobre todo, onerosas. Con esa mentalidad íbamos, con la de disfrutar en un ambiente distendido y de suplir con buen rollo y comprensión las seguras deficiencias, ausencias y hierros en las que una organización bisoña iba a incurrir. Por ello no deseo que se malinterpreten las palabras que voy a escribir, redactadas con el máximo cariño y respeto, y con la intención de que la segunda edición de la marcha del año que viene se desarrolle con un mínimo de dignidad y no se convierta en un evento que lejos de apoyar el desarrollo local, lo penalice.

La recepción y la salida, más que correctas. Gente amable, orden, un dorsal bien diseñado, camiseta de recuerdo elegante e incluso bolsa conmemorativa. Un lujo. Salimos y la moto se coloca a la cabeza de un pelotón que estimo compuesto por unos 150 miembros. Entre la marcha de 80 km y la que media hora después iba salir, de sólo 40 km, seríamos unos 400 ciclistas. Al poco formamos un grupo de unos 10 escapados, y tras los primeros repechos, sólo cinco, entre ellos mi buen compañero Paco. Empieza a cundir la sensación de que el pescado está vendido y que cuando otros dos se descuelguen las medallas se repartirán entre los miembros de nuestro ya reducido grupo. El ritmo era bueno, muy animado, y a mí no me costaba mucho seguirlo. Pero,

¿Dónde está la moto? ¿Se ha perdido, nos hemos perdido, dónde estamos? Cinco alucinados habíamos alcanzado el arcén de una carretera al lado de un ceda el paso con isleta. ¿Y dónde están las cintas? ¿Por dónde vamos, de frente por un camino de tierra, a la derecha o a la izquierda? Mi garmin, como siempre en estos casos, más despistado que su dueño, señalando como una brújula borracha. Tío, allí parece que está la moto. ¡No jodas!. Que sí, que nos hacen señas. No hombre, nos saludan, ¿Y dónde está el resto de la tropa? Es verdad, si no nos sigue ni dios. Tan rápido no hemos ido. Pues parece que sí.

Al final lo que parecían saludos eran conminaciones a seguirles, lo que hacemos a un ritmo de infarto por el asfalto, a más de 30 Km/h subiendo, durante unos 5 km. Y de pronto, al torcer una curva e ir a incorporarnos ya a un camino forestal, nos topamos con una muchedumbre de ciclistas a la que nos sumamos desconcertados y un poco mosqueados, a los que habríamos tomado por tranquilos excursionistas si no llevaran entre los frenos del manillar ¡nuestro mismo tipo de dorsal! No puede ser, serán los de la marcha de 40 km. ¡Qué leches! Son los mismos que salieron con nosotros y que por el ritmo, tranquilidad y buen rollo reinante colegimos que pertenecen a la cola de la carrera.

Las gafas ahumadas resultan muy útiles para el ciclista, protegen del sol, del viento y de piedritas e insectos. El casco no sólo resulta útil, sino también obligatorio. Pero ayer comprobé que ambos instrumentos sirven también para ocultar la vergüenza y la mala lecha, porque la cara que se nos debió poner a los 5 magníficos debió de ser de las de serial televisivo. Pero somos deportistas, y además, comprensivos con la organización, así que sin muchos aspavientos y con un cabreo que en mi caso era considerable, nos ponemos a pedalear como posesos, y como no, a adelantar posiciones como si repartieran caramelos un poco más adelante. Las caras de sorpresa de los adelantados también eran mayúsculas, se les volaban las pegatinas, más de uno debió pensar si no montaríamos bicicletas eléctricas, o si éramos los primeros integrantes de la marcha de 40 km. Lo cierto es que todos fueron muy amables, nos dejaban pasar con gran cortesía, y alguno incluso nos dio ánimos. Gracias, compañeros.

Voy con Paco. Pero ¿dónde estará Angelito? Pienso lo peor. Menudo mamón que anda por ahí delante sin haberse confundido, con menos kilómetros en las piernas y disfrutando de un día de campo. Si en Riaza la semana pasada juré en arameo, ahora lo hago en dialecto ugarítico, lo que compruebo que me va de maravilla, porque el cabreo, amigos míos, no sabéis los octanajes que posee. Sin embargo, me da tiempo, en medio de esa vorágine de sentimientos y adelantamientos, de pedaladas a muerte en que se ha convertido mi vida, de serenarme y buscar pensamientos positivos: hace buen día, un sol espléndido, no hace frío, el barro inexistente, no tengo averías, me siento fuerte, el plato pequeño entra a la perfección, reina buen ambiente, en suma, vamos a disfrutar, olvidemos lo pasado y ala para adelante, Juan, buena cara y tómatelo con deportividad, cuando llegue a meta lo que nos vamos a reír todo juntos y las buenas cervezas que nos vamos a tomar con los de la organización.

Pero de repente, el pelotón de adelantados se adensa y se ralentiza, porque llegamos a una especie de cul de sac presidido por una mesa llena de agua y de otras viandas, donde el motorista se está poniendo como el Kiko y en el que un miembro de la desorganización intenta convertirse en un energúmeno, gritándonos a todos que paremos, que esto es un reagrupamiento, que de allí no se mueve ni dios, y que hay que esperar, que nos quitemos el casco, nos sentemos y a disfrutar que son dos días. Mis buenos pensamientos se desvanecen, los míos y creo que también los de un buen puñado de ciclistas. Entonces comprendí la utilidad de unos agujeros estratégicos y de notable tamaño que tiene el casco de Paco, para evacuar el humo, que a raudales salía por su cabeza según nos miramos y echamos para adelante, dejando atrás los gritos del gordo con camiseta amarilla, y nos adentramos por una campiña, sin sendero aparente, de flores moradas y amarillas, por la que un lugareño dice que va el recorrido de la marcha.

A estas alturas, amigos, yo ya no era capaz de distinguir entre lo absoluto de la existencia y lo relativo de mi posición en el mundo. Paco me miraba, y yo le miraba, asombrados, y afortunadamente para nosotros, en fase ya de absoluto recochineo, defensa elemental que encuentra el alma humana cuando la realidad le supera y el absurdo la invade. ¿Angelito se habría quedado atrás con la masa, o todavía pedaleaba ajeno al embate de los elementos, mariposeando entre las margaritas? Pero a pesar del tiempo perdido, y como consecuencia del “reagrupamiento”, parecía que al final la justicia divina, que no la de los hombres, empezaba a imperar en esta pequeña comarca del Sexmo de San Martín, porque por más pedales que diéramos, éramos incapaces de adelantar a nadie, lo cual sólo podía significar dos cosas, que íbamos otra vez los primeros, o que nos habíamos perdido irremisiblemente. En esta incertidumbre estaba cuando de repente, no sé de dónde, si fue que le alcanzamos o él nos alcanzó, apareció nuestro amigo Ángel junto con otros compañeros ciclistas, y afortunadamente unas señales que después de haber sido analizadas y deconstruidas unánimemente aceptamos que eran de la organización, y aunque el significado era un tanto confuso, y sobre ello no hubo acuerdo, parecían indicar que teníamos que subir una cuesta hacia una especie de gravera y hacia el campo de golf de Los Ángeles de San Rafael. Al fin parecía que todos los caminos del Sexmo confluían, y que no importaba el derrote, al final la carrera iba a discurrir con cierta normalidad.

Así que desconecté el chip del regodeo y también el del escepticismo cachondo, y visto que parecía que el grupeto del que formaba parte era otra vez cabeza de carrera, había que comportarse como Merckx en el Mont Ventoux, caníbal a tope, así que ataqué en la rampa más empinada y saqué un buen trecho a mis esforzados perseguidores, entre los que lamentablemente se encontraban mis buenos amigos Paco y Ángel. Lo siento, es mi carácter, amigos. Pero iba contento, ya que mi ataque había depurado el grupo y el oro, la plata y el bronce nos la podíamos repartir entre los tres, tal era la capacidad de sufrimiento y buen hacer de mis compañeros serranos. Cuando alcancé una cota de terrible pendiente, y de suelo desgarrado y suelto, un señor me animó y me dijo que era el primero que pasaba por este punto. Lo que me espoleó todavía más el ánimo, hasta el punto de culminar la ascensión tan escapado que no veía a nadie. De frente tenía un verde pijo alucinante que contrastaba con el secarral que había atravesado, un campo de golf miniatura donde apaciblemente sesteaban, tras una alambrado electrificada, unos señores que en vez de atizarle a la bola se apoyaban en los bastones como si estuvieran cuidando ovejas. Pero fatalidad. ¿Dónde continuaba el camino? Le pregunté a los pastores de pelotas, pero creo que solo entendían el idioma de la Arcadia. Los segundos pasaban mientras sentía que mi ventaja, conseguida con tanto esfuerzo, se iba desvaneciendo. El ataque cardíaco me anubló la vista cuando vi que Paco y Ángel pasaban por debajo del arco que anunciaba el campo de golf con letras de molde y se dirigían hacia mí, sonriendo, y yo parado en medio de la nada sin saber qué hacer. Si al menos hubiera habido un puesto de helados hubiera imitado a Bahamontes, pero no, allí no había nada, sólo los pastores y una hilera dispersa de ciclistas que iban llegado donde yo estaba y en cuyas caras afiebradas distinguí mi propia mala leche.

Nos pusimos a buscar. Salían tres caminos de tierra, y uno de asfalto. Como este último bajaba y además parecía orientarse de vuelta hacia la dirección de la que veníamos, lo desechamos. Otro de tierra parecía la entrada a una finca. De pronto, alguien vio una especie de insecto amarillo sobre el tronco de un roble. Pero el insecto no tenía vida, porque mirado más atentamente era una señal de la desorganización. Todos respiramos a gusto, surgieron algunas risas, incluso un suspiro a mis espaldas, y cuando nos pusimos todos a dar pedales, compruebo amargamente que cada cual toma un camino diferente, porque el condenado insecto de lata no tenía flecha, o sea orientación, era como un hito mudo que indicaba, sí, vas bien muchacho, pero te jodes porque no te voy a decir por dónde tienes que ir a partir de este punto. Así que Paco y yo tiramos por un camino estrecho y al poco embarrado, cada vez más angosto y que parecía no iba a ningún lado. Le grito a Paco, que vuelvas, que por aquí no es, que Angelito se nos escapa por el otro lado, que he oído que con él va uno que sabe algo de la zona y es por el camino opuesto. Parecía como si hubiera enloquecido, algo oyó o vio, el canto de las sirenas, el balido del vellocino de oro, no hubo manera, y regresé sintiendo que había perdido definitivamente a un amigo.

Me lanzo trialera abajo, adelanto a ciento y a la madre, casi me como un charco saduceo, no sé si en la vorágine de piedras, barro, saltos, ramas he adelantado a Angelito o Angelito sigue por delante. Hago cuentas, y percibo que otra vez me he puesto de los primeros. Distingo delante de mí a uno de los miembros de aquel reducido grupo de cinco magníficos que comenzamos en cabeza y acabamos convertidos en culo o cola, según gustéis. El tío baja genial, sabe lo que hace, parece que incluso sabe por dónde hay que ir, yo lo desconozco, me adentro en un mundo ignoto de nuevas sensaciones. Miro hacia atrás y sólo me persigue un mamut. Los tres solitos en medio de la nada por un caminito que no sé a dónde va. Muy bonito, naturaleza pura. Una gozada. De repente una banderola roja, más allá un cartelito con los colores de una avispa, un trozo de tela atada a una rama, una señal en una piedra, unas roderas en el barro, ¿serán restos de otra carrera, son señales de la nuestra? Y de repente,

¡Zas!, un “sembrao”, sí, un campo de patatas, el camino acaba en una tierra recién labrada, y el garmin dando vueltas otra vez como una peonza. ¿Qué hacemos? ¿Qué pueden hacer tres hombres solos al borde de un sembrado mientras los pájaros arrullan y el río burbujea ahí al lado? Éramos oro, plata y bronce, y de pronto el rayo divino nos convirtió en náufragos de una epopeya que nos había olvidado en el culo del mundo. Nos podríamos haber liberado de  nuestras ataduras morales, habernos dejado mecer por la emotividad de la naturaleza, pero no, cual espartanos aceptamos la veleidad del destino y afrontamos nuestro hado malévolo, no con resignación, sino con furia y mala hostia, así que atravesamos el “sembrao”, reconocimos una caminito al que seguimos y que nos conduzco, alucinante, a una carretera, a cuya izquierda se veía un pueblo que el de maillot negro reconoció como paso necesario de nuestra carrera o marcha, por llamarla de alguna manera, porque aquello, en ese momento, había dejado de ser una competición, y se había convertido en una especie de obsesión enfermiza por asesinar a alguien vestido de amarillo con el escudo del Sexmo.

Y llegamos al pueblo.

He de recordar varias cosas. Una, que tras parecer que todos habíamos acabado convergiendo en el avituallamiento del energúmeno del reagrupamiento, a todas luces ahora podíamos intuir que pasábamos por una fase de divergencia, lo que los militares denominan, de reconocimiento del teatro de operaciones, y yo me preguntaba si antes de la meta habría otro período de confluencia y reagrupamiento de las huestes, antes de encarar el tramo final de esta odisea. A todo esto, debíamos llevar ya del orden de 45 km ó 50 km, incluyendo las propinas de tanto bucle gratuito y enervante. Y otra cosa, que esta marcha del Sexmo también tenía entre sus objetivos el que todos los pueblos de la comarca se sintieran afortunados por recibir a los esforzados, y en este caso, cabreados, ciclistas, por lo que la ruta iba saltando de pueblo en pueblo, que no eran bordeados, o pasados tangencialmente, sino que la desorganización nos tenía preparada allí una linda sorpresa, porque el paso por cada uno de estos amenos lugares deshabitados era aprovechado para hacer un agradable recorrido turístico por sus recónditas y recoletas calles, eso sí, sin señales, marcas, orientaciones, controles, voluntarios, rayas en el suelo, muescas en las esquinas, gritos de advertencia, no, sino al albur de cada cicloturista. Entrábamos por un lado, y como en los dibujos animados, gatos, ratones y perros nos íbamos cruzando, perdiéndonos y encontrándonos en un dédalo de piedra donde los pocos habitantes que encontrábamos nos miraban atónitos como si se hubieran topado con extraterrestres. Yo cometí la osadía de preguntar varias veces cómo leches se salía de ese pueblo, y, o eran mudos, algunos sordos, otros no tenían brazos, no sé si una de las características de los habitantes del Sexmo es la sorpresa permanente, o quizás la confianza cachazuda en unas certezas que sorprendentemente sólo poseen ellos y no el resto de la humanidad, pero  derecha, izquierda o de frente, palabras tan afortunadas cuando un oído perdido las escucha, no alcanzaron mi cerebro, sino miradas como de alhelí, un poco embobadas y sobre todo, admiradas por el hecho de contemplar un ser con yelmo montado en una cosa que parecía un caballo, animal, que por lo que parece, era la primera vez que se encontraban por las calles de su pueblo.

Pero lo que es peor, algunos de los miembros voluntarios de la organización, o eso ponía en la espalda de sus camisetas amarillas con el escudo del Sexmo delante. Yo lamento que tanto trabajo bien hecho (otro no tanto) por parte de unos pocos esforzados de la organización, los que con tanta pasión y buenos propósitos organizaron esta marcha, se haya visto empañado por algunas de estas personas. Es el caso que llagabas a una mesa, un cruce, un lugar donde varias de estos individuos estaban apostados, entiendo que con el objetivo de ayudar, sobre todo, en mi caso, de orientar, y las veías fumando, comiendo, bebiendo, de espaldas a la ruta, como si la presencia extraterrestre de los ciclistas fuera un espectro habitante de un mundo ajeno al suyo. Tenías que gritar, llamar su atención con un berrido o un aspaviento para que giraran la cabeza, no para indicar simplemente con un dedo la dirección de la marcha, sino para que qué preguntaran que qué querías. Alucinante, un tipo que está ahí con un objetivo claro y que en cambio parece que está con unos amigos tomándose unas copas, y que curiosamente viste una camiseta amarilla, entiendo para desorientar, y que se molesta porque le gritas casi agonizante que por favor te diga cómo se sale de un pueblo, como se toma un camino, o qué ruta se debe seguir.

En fin, llegamos al pueblo. Que no recuerdo como se llama. Y tras dar varias vueltas por sus calles, una portada de piedra admirable la de su iglesia, zas otra vez, aquello parecía la verbena de la Paloma, del orden de 20 ciclistas bebiendo y comiendo plátanos debajo de un árbol. Pero, ¿no éramos el oro, la plata y el bronce? ¿Qué hacen estos aquí? ¿Por dónde han llegado? Mi garmin, el cabrón, me indicaba que siguiera por donde había venido. Casi tiro la bici contra el contrafuerte del muro del ayuntamiento, y me como mi propio garmin. Lamento haber perdido un poco los nervios. Pido disculpas. Me tomé un plátano y dejé la cáscara sobre el banco de piedra y no la tiré, como acto de rebeldía, en la bolsa que la desorganización tenía preparada al efecto. Y me fui sin dar las gracias con mala cara. Me arrepiento.

El oro, la plata y el bronce, a saber, uno de negro, otro mamut y yo de la Samburiel, salimos como alma que se lleva el diablo, y antes de encarar la cuesta final que nos acabaría llevando al punto donde confluían la ruta larga y la corta, adelantamos a unos pocos bikers, entre ellos, ¡Osana en el cielo!, Paco otra vez, que recuerden ustedes, le había dejado mecido por el arrullo de las sirenas al borde de aquel arcádico y un tanto narcótico, campo de golf, y que ahora iba delante de mí. Le saludé, y como iba un poco atufado, y yo creo que alucinado todavía, le adelanté, a él, y a unos cuantos, los tres valientes otra vez, hasta un punto en que desapareció la vida y una moto que de improviso se puso delante nos dijo que éramos cabeza de carrera otra vez. Yo casi me descojono, ¿de qué cabeza?, pero si aquello parecía una hidra. Poco antes de la cima se me escapa el de negro, y yo a su vez me escapo del otro, y cuando parecía que el orden del oro, la plata y el broce estaba decidido, me adelanta un sujeto que había pinchado al comienzo de la carrera. Yo hasta entonces no sabía lo que era el rosario de la aurora, pero cuando alcanzamos la cumbre y nuestro camino se fundió con los de la ruta corta, una procesión serpentina de lo más variado, ya dejé de pensar, de buscar una explicación a lo que estaba viviendo, la cabeza me iba estallar, las piernas se me rebelaban, la garganta ya no pedía isotónico sino un consuelo alcohólico que me nublara la vista y me devolviera a la cama con mi familia, ¡mamaaaaá!

Creo que en este último peregrinar, que comencé bronce, me despojaron de los laureles dos ciclistas que me adelantaron y a los que siempre tuve a corta distancia. Creo que pertenecían a mi marcha, pero lo ignoro. Pero poco importa, a consecuencia de lo que me topé ya sí, en mi penúltima aventura, cuando alcancé un pueblo y en él un rugido que atronó en mis tímpanos, acallando el chirrido de bielas que en ese punto emitía mi confidente montura specialized, porque bajo una carpa, y ambientado por música, decenas de ciclistas aullaban, comían y bebían como posesos, al margen de la marcha, la carrera, la ruta, o lo que sea que fuere aquella aventura de la que ya apenas me quedaban 10 kilómetros. Volví a preguntar cómo se salía de ese pueblo, y a pesar de la estupefacción del lugareño, salí pitando ya con ganas sólo de terminar, ducharme e irme a mi casa.

Esta parte final ya la hice totalmente solo, nadie por delante y nadie por detrás, así que deduje que la fiesta había subsumido a todos los participantes en la marcha de 40 km y a los dos ciclistas que quizás fuesen de la de 80 y que me habían adelantado momentos antes sin apenas distanciarse. Se había levantado un aire anunciador de tormenta, de dirección sur, y que me azotaba de frente por este último tramo ascendente hasta Villacastín. Se hizo duro. Mi garmin aquí sí señalaba recio hacia la cúpula de la iglesia diseñada por Juan de Herrera en el siglo XVI, pero lamentablemente comprobé lo que el efecto pantalla significa para la maltrecha fauna ibérica, porque una cosa es tener delante un objetivo geográfico y otro poder alcanzarlo por el camino más corto. Una autopista y una carretera me impedían alcanzar mi objetivo, a pesar de que el dichoso garmin me gritaba que sólo me quedaban 753 metros a meta. Di más vueltas que un tonto, carretera arriba, abajo, rotonda, gasolinera, ¿sabe usted por dónde se llega a Villacastín?. Y ni un ciclista en la lontananza. Al fin doy con la entrada del pueblo, vacío, calle izquierda, derecha, arriba, abajo, sin salida, ¿dónde leche está la meta?. Alcanzo la iglesia, le pregunto a unos señores en corbata que acababan de asistir a la primera comunión de una hija que como una princesa me mira atónita. Luego lo intento con una señora que tampoco sabe ni contesta y que me mira como todos los habitantes del Sexmo, repito, como un extraterrestre. Al fin me topo con un tipo que acabó la ruta de 40 km y que me dice cómo terminar, porque los 753 metros ya se habían convertido en 3.551 metros de mala leche y hartazgo. Veo la meta. Al fin. Me acerco a buen ritmo. ¿Qué hago? ¿Subo los brazos? ¿Esbozo mi mejor sonrisa? ¿Hago un caballito? Pero, si no hay ¡nadie! Es la primera vez que me encuentro un arco de meta vacío. Ni público, ni aplausos, nadie de amarillo apuntando dorsales o ayudando o informando. Paro la bici, desmonto, y me quedo alucinado. ¿Me habré confundido de pueblo? No. A los pocos metros un individuo de la organización me dice que allí delante, en el campo de fútbol hay unas duchas. Lo atravieso. Dan ganas de tumbarse en esa hierba natural. Pero no. Debo llegar hasta el final. Debo desvelar el misterio que se esconde detrás de lo que me está aconteciendo. Y de pronto, veo una carpa, y dentro de la carpa todo el pueblo, y todos los de amarillo comiendo y bebiendo y pasándoselo pipa. Y yo que deseo un aquarius, beber algo, comerme una fruta, y no encuentro a nadie que me diga nada, me miran y nadie me dice, acércate, ve allí, ¿estás bien? Sí, soy un ciclista que acabo de terminar una ruta que habéis organizado vosotros para potenciar vuestra tierra, y no es que me miren como si fuera un extraterrestre, es que me ven como si no existiera.

Al poco llegó Paco, y nos duchamos mientras esperábamos a Ángel. Y los tres estábamos tan atónitos que no conseguimos ofrecer una explicación de lo que nos estaba pasando. Éramos invisibles, habíamos disputado una carrera inexistente.

Ya terminé. Al fin.

Ahora me gustaría ayudar a la organización para que el año que viene la marcha saliera mejor. Yo he contado mi experiencia. Otras habrá mejores, y otras quizás peores. Cada cual padece o disfruta según le viene en gana y acorde con las circunstancias particulares que le toca vivir. Así que lo anterior no deja de ser una anécdota en el cúmulo de otras 400 experiencias que compartieron carrera conmigo. Pero lo que voy a decir ahora pretende salir de mi particular vivencia, un intento de ayudar a esa organización que  estoy seguro aspiró a hacerlo lo mejor posible, y que trabajó con gran desinterés con el objetivo de montar una actividad divertida y bien organizada.

  • Los voluntarios son indispensables. Pero deben estar bien aleccionados. Pocos, pero muy responsables. Aquí había demasiados, y casi ninguno sabía lo que era una marcha y qué papel sencillo, pero importante, debían realizar.
  • La imagen. Se supone que esta marcha la organizó el pueblo para promocionarse y compartir un proyecto con unos ciclistas locales y foráneos. Pero la marcha parecía algo totalmente extraño, inaudito. No despertó ningún tipo de animación. Sobre todo, en Villacastín, todo el mundo estaba muy contento de la música y de la carpa y las bebidas que se estaban tomando con sus amigos. Pero para hacer eso, cosa que respeto, no hacía falta montar una marcha ciclista. El ciclista debe ser el centro en una marcha cicloturista, y no quedar marginados de la población, de la fiesta, del ambiente. Repito, éramos como un injerto raro, unos extraterrestres.
  • La señalización. Resulta muy difícil señalizar un circuito de montaña de 80 kilómetros. La organización no fue consciente de ese reto. Las señales deben ser claras, poseer un colorido y un diseño homogéneo y fácilmente discernible a lo largo de todo el recorrido. Debe haber señales en cada bifurcación, pero también señales de confirmación. Y en determinados puntos voluntarios que con señales claras indiquen qué alternativa tomar. Y si se hacen recorridos urbanos, aquí la precaución se extrema porque cada calle debe estar muy bien señalizada para que no surjan dudas.
  • Y debe haber motos y vehículos al servicio de los ciclistas, abriendo y cerrando la marcha con conocimiento del circuito, con un poquito de experiencia de las velocidades y capacidades que podemos desplegar los ciclistas por terreno montañoso.

Ánimo, y a seguir trabajando.

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16 respuestas a “EXTRATERRESTRES EN EL SEXMO

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  1. buenas tardes :
    te escribo este comentario porque creo que ayer domingo fuiste a una carrera donde no la habia , estabas mal informado desde el principio y desde ese momento ya estas equivacado entodo lo que expresas en este blog acerca de la organizacion , que no la organizo un pueblo sino una persona sola , era una ruta cicloturista para disfrutar con mas personas de una ruta larga o corta segun gustos y preparacion , que hubo fallos seguro pero no tan graves como tu dices y muchos de los que ves es por ir por libre y pretender una carrera que no habia porque si te informas bien desde un principio El organizador pretendia ( y lo consiguio a excepcion de ti y tus amigos) quedar en ituero y lama hasta llegar las dos rutas y entrar todos juntos en villacastin, como fuiste por libre cuando llegaste a la meta nadie te esperaba porque se estaba tomando un avituayamiento en ituero y lama ,
    pero seguro que el contador de visitas te ha subido mucho , que es lo que pretendias seguro , enhorabuena.
    por cierto deja de descalificar , nadie es gordo o flaco
    majete

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    1. Lamento que no hayas entendido que en la crónica sólo me reía de mi mismo y de mis amigos, los únicos extraterrestres en todo este asunto. Y que con ella pretendía que tú también pasaras un buen rato. Siento que te hayas sentido herido. Por el comentario final sobre los gordos vislumbro quién eres. Realmente eres gordo. Lo que no sé es cómo sabes que yo soy flaco. Este es un adjetivo nada peyorativo que sólo expone un hecho. Eso sí, me disculpo por haberte calificado, sin saberlo, de energúmeno, este sí que adjetivo descalificativo, del que me retracto y te pido disculpas. Muchos de tus amigos o compañeros me han escrito y me han felicitado por esta crónica y por lo que ellos califican de «crítica constructuva». Al final de mi texto yo sólo quise aportar algo positivo para que una actividad realizada por gente a la que admiro salga el año que viene mejor, según me himulde opinión. Si el año que viene repito, me gustará conocerte, sé que no eres un energúmeno y que seguro tomamos unas cervezas muy a gusto.

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  2. La potencia sin control no sirve de nada y cuando el sentido común abunda por su ausencia suceden estas cosas y estas criticas que bueno si se analizan regulín dicen ser constructivas… yo me lo pase genial, no vi ningún podio, ninguna carrera, mi plato de paella exquisita, fui voluntario ayude y guié a mucha gente, charle con mil grupos avituallamientos genial, 15 euros asegurado, gente honesta humilde e ilusionada … sinceramente que mas puedo pedir … la grandeza de la riqueza esta en saber apreciar la verdadera esencia de las cosas … un domingo de naturaleza en compañía de unos buenos amigos, mis hijas tras una ruta corta de 50 km recibiéndome en meta con un enorme pelotón diciendo papi campeón. Saludos sexmeros GO!

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    1. Gracias, amigo. Comparto lo que dices. Afortunadamente mis amigos, yo y unos cuantos más locos desesperados fuimos una minoría que no empañamos la fiesta de los otros 400.Te felicito por tu éxito. No hay ningún triunfo deportivo que se pueda comparar a la sonrisa y el orgullo sano de un hijo/a recibiendo y animando a un padre o una madre cuando entra en meta. Yo el recuerdo más fantástico que poseo es ese, en el medio iron man de Buelna (Cantabria) cuando mi hijo que tenía entonces 5 años me acompañó corriendo en el tramo final alrededor de la pista de atletismo. Un abrazo.

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  3. Efectivamente yo que soy de la zona e hice la ruta corta, en algunas bifurcaciones me di cuenta de que no estaban bien señalizadas; pero hay una cosa que no has contestado a lo que te decía el otro compañero: esto era una marcha cicloturista no una carrera, no había medallas. La verdad es que me he leido toda tu experiencia y hay que reconocer que me ha parecido muy divertida como lo has contado y que se que en el fondo todos tus comentarios pueden estar hechos como una crítica constructiva, pero realmente creo que te equivocaste de marcha, carrera o como lo quieras llamar.

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    1. Tienes toda la razón. La alusión a las medallas era pura cachondada. No me siento nada orgulloso de haber empleado para recorrer 81 km (según mi GARMIN y por los despistes) apenas 4h10’y haberme perdido la fiesta, que en realidad era lo importante. Un abrazo.

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  4. Gracias Juanete por este relato. Has amenizado mi ida y vuelta a Madrid en transporte publico no veas como. Siento vuestra odisea para llegar a la meta, pero no veas como me miraban mis compañeros de comboy cuando me reia.
    Con relatos asi va a ser dificil que cedas el premio a la mejor cronica.

    Abrazos.

    En que puesto quedaste?

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    1. Gracias, David. No tengo ni idea, y la verdad, ni me importa. Vaya panzada de dar pedales para arriba y para abajo. Y lo que es peor, todo el mundo divirtiéndose alrededor, pasándoselo pipa, y nosotros absurdamente buscando una quimera que teníamos delante de lo sojos. Un abrazo.

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    2. Joder David..¡que pregunta! , el último, cuando Juanete llega el gran pelotón ya está tomando la quinta cerveza de ahí la falta de público bajo el arco de meta.
      Que bueno…

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  5. buenos días:
    Yo hice la ruta larga y también a fuego, terreno duro y el aire lo hacia todo mucho mas dificil, la organización no fue todo lo buena que hubiesemos querido todos (ciclistas y organizadores), pero pienso igual que los anteriores compañeros que han comentado; te equivocaste de lugar allí no había carrera ninguna, ni se cogian tiempos, ni dorsales, ni podiums era una marcha cicloturista, y de lo que se trataba era de entrar todos juntos para recibir el calor y los aplausos de la gente despues de la paliza que nos pegamos.

    Un saludo.

    Pd: la cronica es muy buena.

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  6. Buenos días:

    En primer lugar darte las gracias por facilitar a la gente de la organización el buen funcionamiento de la «marcha».
    Gracias a los medallistas como vosotros la organización tuvo que emplearse a fondo para intentar ir delante para indicaros el camino dejando desamparados a los ciclistas que más lo necesitaban.
    Si hubieseis seguido las indicaciones del «energúmeno que voceaba» todo habría salido perfectamente.Para abrir la marcha había una moto y dos coches a los que volvisteis locos.(por ello la desesperación de algunas personas de la organización)
    Esas personas de las que hablas en tono descalificativo(algunas de ellas familiares de gente que participaba en la marcha) que se encontraban en los pueblos eran desconocedoras de que iban a pasar 3 ciclistas de altísimo nivel,disculpalos era otro fallo más de la organización.
    Y para terminar,yo fui la persona con camiseta de «organización» que te dijo cuando llegaste a la meta donde tenías los aseos y duchas,como puedes comprobar fui amable con una persona que estuvo más de cuatro horas intentando sacarme de mis casillas a la que en ningún momento se me pasó por la cabeza agredir,al contrario que tu.
    Muchas gracias por tu opinion que gracias a dios no coincide con la del resto de corredores,lo cual me da que pensar sobre quiénes eran realmente los extraterrestres.
    Un saludo

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    1. Gracias por la ducha. Yo creo que tanto por mi crónica, como por las respuestas que he encluido en el blog y en vuestro facebook lo he dicho ya todo. Poco queda ya que añadir. Un saludo afectuoso.

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  7. Buenas tardes a todos,
    Soy uno de los participantes de la ruta cicloturista Sexmeros, amigo y compañero de fatigas de Ruivaldivia. En primer lugar agradecer a la organización que se porto fenomenal en la inscripción de la marcha ya que llegue fuera de fecha y me facilitaron al máximo la participàción. En cuanto a la marcha cicloturista me quedo claro desde el pricipio que no era competitiva pues así lo indicaba la organización de la misma, ahora bien, hay un fallo de comunicación, ya que se debería indicar muy claro que no se pernite ir a los participantes a su libre albedrío, como se hace en la marcha cicloturista los caminos de la Sierra en Alpedrete en la cual he participado 2 veces y el mecanismo es sencillo, en determinados puntos y cruces, la cabeza de carrera para la marcha y se procede al reagrupamiento.La entrada en Alpedrete se hace todos juntos , ya que hay un reagrupamiento total antes de meta . La semana pasada participe en otra marcha cicloturista no competitiva, no hay premios, ni medallas, la Riaza pro bike ruta del esquileo que participamos 1.500 personas en 2 rutas de 80 y 50 km y en esta marcha, la gente va a su aire el que quiere correr corre, el que quiere ir tranquilo va tranquilo y en meta se toman los tiempos y hay una clasificación sin ningún tipo de premio o competencia. Yo y mi amigo Ruivaldivia (y unos cuamtos mas que nos perdimos varias veces por esos caminos de Dios) pensamos que la marcha Sexmeros era tipo Riaza y no tipo caminos de la Sierra de Alpedrete.
    Todos esto se habria evitado sencillamente haciendo saber muy claro a todos los participantes que iba a ser una ruta guiada, y eso no se hizo, y con la señalización que habia era imposible hacer todos el mismo camino si no era guiada, (hubo un momento que nos despistamos mas de 20 personas en algún cruce ) y en los pueblos dimos varias vueltas también despistados. Por lo demás, conociendo a RuiValdivia, decir que la crónica trata de ser constructiva y no destructiva, tampoco se puede decir ante una crítica que se hace para tener mas visitas en el blog, eso es una chorrada, estoy seguro que si la organización se lee con detenimiento todas las críticas y comentarios sobre la marcha, el año que viene con la experiencia adquirida esta saldrá mucho mejor.
    Por lo demás me lo pasé en grande corriendo como un loco por los caminos del Sexmo de San Martín .
    El año que viene si hay otra ruta de los Sexmos, me plantearé participar pero ya teniendo bien claro a lo que voy.

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    1. Gracias, amigo Ángel, por las aclaraciones. Ya sea por falta de información, como a veces por no querer entender (sin malicia), se producen situaciones conflictivas y malentendidos. Pero yo creo que toda esta experiencia encauzada con sentido común y buena voluntad debe servir para que todos mejoremos como organización y como personas. Un abrazo.

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  8. Joder Juanete, por fin me he leído la crónica ( que está muy bien) , lo que no me habías contado son los comentarios posteriores.
    Está claro que estos últimos años has mejorado mucho corriendo y con la bici pero no hasta el punto de ser de los 5 primeros en una carrera de 400 tíos, eso os debería haber hecho pensar que a lo mejor la carrera no era tal, sino lo que realmente era un paseo en bici por los campos segovianos. Yo por mi parte, leyendo la crónica y los posteriores comentarios me estoy animando a participar el año que viene, eso si, de paseo , con mi hijo, y sobre todo disfrutando de los paisajes como hice en el Soplao además, se que en 80km no se me hace de noche. En fin, a los samburieles competitivos siempre les quedaran los tratlones y duatlones pero siempre habrá unos cuantos, bastantes, por delante de cualquiera de nosotros.

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