Libertad y poder

En El banquero anarquista Fernando Pessoa nos muestra que el principio ácrata de la máxima libertad sólo se puede alcanzar a través del dinero, y que únicamente un banquero capaz de enriquecerse y de utilizar su riqueza como instrumento de independencia, autonomía, defensa, disfrute y compra podría permitirse romper cualquier coacción social en pos de la justicia o de la igualdad.

Coincidiría esta postura con la que defendía Séneca cuando afirmaba que únicamente la riqueza ofrece la posibilidad de ser libre, y la oportunidad de poder realizar el  bien por medio de obras de caridad totalmente desinteresadas.

El capitalismo sin Estado, o el anarquismo de derechas, o neoliberal, podría encuadrarse en este mismo ámbito ideológico en el que se mueve el banquero de Pessoa o el filántropo senequista, que identifican la libertad del individuo con el triunfo que pueden obtener en su lucha por superar las restricciones y coacciones que el resto de la humanidad pudiera imponerles.

Esta noción de la libertad contrasta, sin embargo, con la célebre proclama de Bakunin, contenida en su Catecismo revolucionario:

No es cierto que la libertad de un hombre esté limitada por la de los demás hombres. El hombre es realmente libre cuando su libertad, completamente reconocida por lo demás y reflejada en ellos, encuentra su confirmación y su expansión en la libertad de los demás. El hombre no es realmente libre más que entre hombres igualmente libres; la esclavitud de un solo hombre ofende a la humanidad y niega la libertad de todos.

No deseo ahora entrar en detalle en las célebres controversias sobre el sentido que la liberad posee en la sociedad actual, que si la libertad de los antiguos frente a la de los modernos, si la libertad positiva contra la negativa. No se puede hablar de la libertad sin considerar el poder. Durante mucho tiempo la imagen del poder se parecía a la de una marioneta a la que el poderoso le otorgaría vida y movimiento. Pero el poder, sobre todo en la compleja sociedad actual, se parece más a un campo de energía dinámico en el que todos los individuos, como las masas gravitatorias, atraen y a su vez somos atraídos. Imaginad que sobre la superficie plana de una cama dispusiéramos bolitas metálicas de diferente tamaño. La curvatura que adoptaría la sábana sería como el campo de fuerzas del poder en la sociedad. Y la libertad, el gradiente gravitatorio que genera cada bola-individuo a su alrededor.

La libertad del banquero anarquista sería una libertad-contra, opuesta a la libertad-con de Bakunin, pero sin embargo coherente ambos con el concepto liberal de libertad negativa, de dejar hacer a cada individuo lo que le dé la gana. En la libertad se concilia el deseo con la capacidad social y material de poder alcanzarlo. Lo que pone de manifiesto Bakunin y la tradicional noción anarquista de la libertad es el hecho de que sólo la cooperación social entre iguales puede generar un campo energético de poder en el que los gradientes de libertad sean similares entre sus miembros, con independencia de sus deseos y en relación con sus capacidades y con sus necesidades, según la versión del príncipe Kropotkin.

El capitalismo entiende también que la cooperación social resulta indispensable para sostener el sistema económico, pero la hace depender de la desigualdad y la competencia, provocando una división del trabajo lacerante que consolida situaciones de privilegio y dependencia. El banquero anarquista es aquí dónde encuentra su medio ideal para proclamar enfáticamente:

¿Cómo podía yo hacerme superior a la fuerza del dinero? (…) ¿Cómo subyugar el dinero, combatiéndolo? ¿Cómo hurtarme a su influencia y tiranía sin evitar su encuentro? El procedimiento era sólo uno: adquirirlo, adquirirlo en cantidad bastante para no sentir su influencia; y cuanta más cantidad adquiriese, tanto más libre estaría de esa influencia. Cuando vi eso claramente, con toda la fuerza de mi convicción de anarquista y toda mi lógica de hombre lúcido, fue cuando entré en la fase actual de mi anarquismo, la comercial y bancaria, amigo mío.

Este reino de la libertad del banquero sólo puede ser aristocrático, únicamente para unos pocos, porque la máxima libertad se concibe únicamente como explotación para el beneficio propio, y sólo puede consolidarse en el reino de la necesidad, en un sistema social que genera escasez artificialmente. Por ello I. Berlin, el insigne pensador de la libertad como dejar hacer considerará que la democracia no resulta imprescindible para la libertad y que también dentro de una autocracia se puede dar un alto grado de libertad:

Parece improbable que esta extrema demanda de libertad la haya deseado nunca más que una minoría de civilizados y conscientes seres humanos. El resto de la humanidad siempre la [libertad] ha sacrificado por otras metas: seguridad, estatus, prosperidad.

Las principales corrientes libertarias aun cuando consideran también la libertad negativa como un elemento consustancial de la libertad individual, la amplían en el sentido que supo ofrecer también Marx cuando esbozó  su descripción del reino de la libertad en esta dirección complementaria y superadora de la liberal:

El reino de la libertad solo empieza allí donde termina el trabajo impuesto por la necesidad y por la coacción de los fines externos (…) A medida que se desarrolla, desarrollándose con él sus necesidades, se extiende este reino de la necesidad natural, pero al mismo tiempo se extienden también las fuerzas productivas que satisfacen aquellas necesidades. La libertad, en este terreno, solo puede consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente este su intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar por él como por un poder ciego, y lo lleven a cabo con el menor gasto posible de fuerzas y en las condiciones más adecuadas y más dignas de su naturaleza humana. 

La libertad, y el poder que la hace posible, son conceptos construidos socialmente con un contenido poético y metafórico que no podemos soslayar, cuyas narrativas vertidas en la imaginación y el deseo nos ofrecen las claves para construirnos como individuos a la vez que materializamos la utopía en la que desearíamos vivir. La sociedad no deja de ser la materialización de nuestros sueños, y que ésta se nos muestre hoy como la pesadilla del banquero anarquista no debe impedir que seamos conscientes del poder creativo de la interacción de nuestras mentes para construir otra realidad.
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8 respuestas a “Libertad y poder

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  1. ¿Se puede? Seré breve 🙂

    Bueno, para no querer hablar de libertad en negativo o positivo, tomas partido bastante rápido (como en la siguiente frase) diciendo que «no se puede hablar de libertad sin considerar el poder» y todo el post es una apuesta por la libertad en positivo, o sea, del poder. Creo que sí se puede. Libertad es ausencia de coacción, y es algo bueno que la gente sea libre. A partir de ahí, de ese derecho fundamental, es cuando podemos establecer contratos, potencias y potencialidades, para calibrar con ellos poderes, contrapoderes y todo lo que conllevan. Así que no sólo se puede hablar de libertad antes que de poder, sino que no puede ocurrir al revés.

    Creo que está demasiado extendida la confusión, y me entristece, porque sólo ese universalismo que lucho cada día por desempolvarme y desempolvar puede estar detrás de una definición de libertad que la inutiliza conceptualmente. Cuando nos permitimos eso (Bakunin no acaba de caer del todo en ese pozo, y, curiosamente, Pessoa sí) no hay ningún freno para que la ingeniería social del más fuerte se imponga en cada momento, y el pantoanarquismo siga asolando las cabezas de quienes han empezado a entender que lo que quieren es hacer lo correcto, pero no saben qué es.

    Por eso también la concepción de «libertad» marxista sólo puede obtenerse mediante la triste y vil «supernova» de los mecanismos de coerción, y por eso es una concepción perniciosa.

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    1. Gracias, Juanjo. Entiendo que el poder, entendido como capacidad, y la libertad, son dos conceptos que están unidos. Ahora bien, sus conexiones han sido cambiantes a lo largo de la historia, y por supuesto, sujetas a nuevas propuestas y experiencias. Estoy de acuerdo con lo que dices en el primer párrafo, lo que ocurre es que vivimos ya en una situación dada, con una realidad de poder en la que tenemos que actuar estratégicamente. No podemos obviar eso. Lo que me atrae del reino de la libertad de Marx, de esa frase en concreto, es el hecho de que su propuesta de «abundancia» (siguiendo la propuesta de Las Indias) se basa en superar la necesidad o la escasez por la puesta en común de los medios de producción, por los acuerdos voluntarios y libres de las personas cuando desean vivir en comunidad. Creo que Marx es un pensador al que se le puede sacar mucho jugo,a pesar de que en su rivalidad con los anarquistas yo tienda a estar más cerca de estos últimos. En el propio relato de Pessoa existen algunos razonamientos suculentos sobre las ficciones sociales. Y en Isaiash Berlin hay fragmentos en los que conceptualiza su idea de libertad, realmente bellos, aún cuando se agoten pronto y se asuste de ir más lejos.

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      1. Es cierto que vivimos en una realidad dada, y que todos operamos en ella. Yo sobrellevo como puedo trabajar con empresas que funcionan en el sistema de patentes considerando mi posición al respecto. Pero sin esa posición al respecto no quedaría nada de mí dispuesto para aprovechar las oportunidades. De la misma forma, da lo mismo que «las libertades» y el poder se entremezclen inevitablemente: no hay nada más práctico que una buena teoría, ni nada más desastroso que una mala. No se puede ceder en binario, no hay claroscuros entre definir libertad en positivo o negativo, y no es neutral. Si no queda claro qué es libertad y qué no, no podemos reclamar derechos ni protegerlos por nosotros mismos sin caer en agredir a otros. Aquí soy firmemente rothbardiano, y cada día más.

        Precisamente porque es esa base la que me permite acordar contigo que hay muchas cosas sugerentes en Marx y en Berlín, incluso en Pessoa. Una vez se asienta una base sólida y seria, la necesidad de confrontación desaparece en buena medida, y se puede aprovechar muchísimo más de lo que escriben los que antes eran percibidos como «enemigos». No hay incompatibilidad entre una ética de la libertad robusta y un reino de la libertad fáctico. Al contrario, la primera nos da claves para superar tragedias y también para hacer los gradientes adecuados en nuestras acciones.

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      2. Estoy leyendo el libro de Rothbard que en una ocasión recomendaste. Voy por la mitad. ¿Qué es lo más valioso que ves en su apuesta por al libertad? Me parece un autor valiente, en el que se ve que su pensamiento ha evolucionado, y que no tiene miedo a contradecir cosas dichas previamente.

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      3. Es honesto y exhaustivo, y no deja, como verás, al azar los problemas derivados de lo que es común por contrato o inevitablemente común. Esa honestidad y ese valor – tampoco rehúye lo complejo – se manifiestan en una coherencia dura, no sólo en sus textos – en los que, claro, hay algunas trampas y soluciones traídas de los pelos, pero no le pidamos de más -, sino también en su activismo.

        Consideremos que Rothbard es un autor y activista de carácter «revolucionario», que le trató de enmendar la plana a Konkin por que su agorismo no tenía suficiente alcance, así que hubiera precisado una masa crítica de valedores para reducir el tamaño del Estado o conseguir una sociedad anarcocapitalista plena. Pues a pesar de esa necesidad, fue lo suficientemente coherente como para expulsar explícitamente a la secta randiana y también para darle un pescozón a sus seguidores aclarándoles que no eran los socialistas (con similares objetivos aunque métodos erróneos) sus auténticos enemigos, sino los conservadores con los que se estaban acostando.

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      4. Juanjo. Acabo de recordar un artículo que posee gran valor, escrito hace ya algunos años por Amedeo Bertolo, y que puedes encontrar aquí: http://www.rojoynegro.info/sites/default/files/EL_LENGUAJE_LIBERTARIO.pdf
        Conceptualmente me parece muy claro, porque distingue cuatro conceptos, el de poder, dominación, autoridad e influencia, todo en torno a los conceptos de libertad e igualdad, que creo expresa adecuadamente el valor que yo he querido darle a estos términos en mi CRISI 13.

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      5. Leído. Mantengo lo pernicioso que me parece inutilizar conceptos negándole el pan y la sal a las definiciones en negativo, que son mú majas y muy prácticas, y no impiden después hacer todas esas distinciones 🙂

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