Leí hace tiempo un relato de Max Aub, “El cojo”, sobre lo que en febrero de 1937 se denominó “la desbandá”, la huida masiva de la población malagueña hacia Almería, en lo que fue uno de los episodios más cruentos y desgarradores de la Guerra Civil española. Unas 150.000 personas indefensas fueron tiroteadas y bombardeadas por alemanes, italianos y franquistas desde el aire y desde el mar durante los 200 kilómetros que separan las dos ciudades andaluzas.
Y en aquel atolladero humano se dejó sentir la huella del doctor Bethune, un médico canadiense que vino a España con un grupo de voluntarios y que puso en marcha el Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre, una serie de ambulancias dotadas de todo lo necesario para transfundir sangre a los heridos, realizar operaciones quirúrgicas y por tanto, para salvar vidas en lo que fue aquella carnicería épica.
No he venido a España a derramar sangre, sino a darla.
Palabras que contrastan con las que Queipo de Llano, uno de los responsables de la matanza, escupía en Radio Sevilla:
A los tres cuartos de hora, un parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación, que los bombardeó.
En el Centro Cultural Conde-Duque de Madrid se ha organizado una exposición dedicada a su memoria, que no sólo incluye sus gestas humanitarias por los frentes españoles, sino también una labor social de primer orden en su país natal, durante la Primera Guerra Mundial con las tropas canadienses y finalmente en la guerra entre Japón y China, donde encontró la muerte en 1939 a consecuencia la septicemia producida por el corte fortuito con el bisturí con el que estaba operando.
La exposición estará hasta el 2 de abril y cuenta con numeroso material fotográfico, una película de la época y una secuencia de rótulos muy bien dispuesta y ordenada que orienta con precisión al visitante durante todo el itinerario. También un libro de cuidada edición y que por tan sólo 5 euros nos acerca la gesta de este médico canadiense que tanto aportó a la ciencia médica en el campo de la cirugía y la hematología.
Su lema lo aplicó a rajatabla:
Me niego a vivir sin rebelarme contra un mundo que engendra crimen y corrupción.
Tanto el libro como la exposición están repletos de información sobre su actividad médica en defensa de la socialización de la medicina, y numerosos comentarios, escritos y declaraciones que el doctor Bethune realizaba sobre los crímenes con los que se iba encontrando.
Uno de sus escritos sobre el crimen de “la desbandá” fue el siguiente:
Así estuvimos cuatro días y cuatro noches yendo y viniendo, trabajando para evacuar lo que quedaba de una ciudad entera. Sise estuvo al volante durante cuarenta y ocho horas mientras yo me quedaba en la carretera preparando al siguiente grupo. Nuestras caras estaban ya partidas por falta de sueño. Perdimos la noción del tiempo. Vivíamos con el dolor de los que habían quedado atrás, pero con la alegría de los que habíamos llevado a la salvación. Trabajamos sabiendo que cada viaje podía ser el último y con el miedo de que los últimos refugiados fueran aniquilados por los fascistas.
Muy interesante.
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Tremenda historia. Me llama la atención sin embargo este tipo de personajes que ante una situación dramática buscan paliar las consecuencias antes que enfrentar las causas. Sospecho siempre de ellos porque creo que quieren hablarnos de sí mismos, de lo buenos que son, de su voluntad de martirilogio… en vez de cambiar las cosas, preocupados de verdad por los demás. Lo que interpreto es que no entienden al otro como un par sino como un «sufriente» en lógica cristiana, una prueba que se les pone a ellos -centro del universo- de su capacidad de auxilio y sacrificio.
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Bueno, creo que simplemente es un médico que intentó ayudar. No creo que tuviera mucha capacidad para cambiar el curso de la guerra. Su experiencia quirúrgica y en hematología fue muy relevante para el avance de la ciencia. Por sus ideas y escritos no creo que fuera un misionero, sino que intentó aliarse con el bando que para él poseía más razón, en este caso contra el fascismo. Y puso sobre la mesa lo que él sabía hacer, operar y salvar vidas. No me gustan la vidas ejemplares, pero esta historia me parece importante que se conozca porque precisamente nos hace meditar sobre el valor que poseen estas actitudes en los contextos no ideales sino reales en los que que se producen.
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Si, llevas razón, tomó partido y aportó desde lo que sabía. Tenía en la cabeza, la lógica de los que no toman partido ni siquiera por un bando no establecido y se colocan por encima de los conflictos.
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