La poeta portuguesa Ana Luisa Amaral acaba de recibir el Premio Reina Sofía de poesía Iberoamericana. Comparto casi todo lo que afirma en esta reciente entrevista que publica El Cultural sobre lo que significa la poesía. El hecho de que todo sea poetizable, de que el poema es el espacio mismo de la posibilidad, el hogar de lo simbólico, que el arte es conmoción y locomoción, y que por tanto ayuda a actuar en el mundo y a transformarlo.
Por ello, me resulta sorprendente que el titular destaque esta frase de la poeta “la poesía no sirve para nada”, que dicho de este modo contradice todo lo que manifiesta en la entrevista sobre los objetivos de la poesía y su capacidad para actuar en el mundo. Se refiere Amaral a que la poesía “no construye una casa”, por ejemplo, es decir, que no se materializa en nada útil por sí misma, aunque como ella afirma más adelante, la buena poesía sea un instrumento de transformación social, es decir, algo eminentemente útil como motor de acción.
Esto me trae a la memoria a Gabriel Celaya y su conocido poema “la poesía es un arma cargada de futuro” del cual destaco estos versos con los que me identifico rotundamente:
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.
Ana Luisa Amaral también se refiere en su entrevista a la dificultad de leer poesía, y aconseja que la quietud, el reposo y la escucha inteligente puede ser un buen antídoto contra este mundo frenético en el que vivimos: ”La poesía exige tiempo para leer, para pensar, de modo que puede ser un espacio para pararnos y caminar más despacio, un hogar donde se piense y se sienta de una manera más reposada, y no con esta velocidad loca con la que vivimos”
Esto me recuerda un poema del escritor mexicano José Emilio Pacheco, en defensa del anonimato, en el que nos aconseja construir el poema y su significado en un diálogo entre el poema y el propio lector, y en el que el poeta actuaría como un mero médium anónimo que facilita esa construcción mutua de imaginarios y emociones.
No leemos a otros: nos leemos en ellos.
Me parece un milagro
que algún desconocido pueda verse en mi espejo.
Si hay un mérito en esto –dijo Pessoa—
corresponde a los versos, no al autor de los versos.
Si de casualidad es un gran poeta
dejará cuatro o cinco poemas válidos,
rodeados de fracasos y borradores.
Sus opiniones personales son de verdad muy poco interesantes.
Extraño el mundo el nuestro: cada día
le interesan cada vez más los poetas;
la poesía cada vez menos.
El poeta dejó de ser la voz de la tribu,
aquel que habla por quienes no hablan.
Se ha vuelto más otro entertainer.
Sus borracheras, sus fornicaciones, su historia clínica,
sus alianzas o pleitos con los demás payasos del circo,
tiene asegurado el amplio público
a quien ya no hace falta leer poemas.
Sigo pensando
que es otra cosa la poesía:
una forma de amor que sólo existe en silencio,
en un pacto secreto entre dos personas,
de dos desconocidos casi siempre.
acaso leyó usted que Juan Ramón Jiménez
pensó hace mucho tiempo en editar una revista.
Iba a llamarse “Anonimato”.
Publicaría no firmas sino poemas;
se haría con poemas, no con poetas.
Y yo quisiera como el maestro español
que la poesía fuese anónima ya que es colectiva
(a eso tienden mis versos y mis versiones).
Posiblemente usted me dará la razón.
Usted que me ha leído y no me conoce.
No nos veremos nunca pero somos amigos.
Si le gustaron mis versos
qué más da que sean míos/ de otros/ de nadie.
En realidad los poemas que leyó son de usted:
Usted, su autor, que los inventa al leerlos.
Ambas ideas, la de la poesía como herramienta para la acción, el cambio, o la transformación personal y social, y también de que en el arte el artista no es más que un ser anónimo que actúa como un medium o un chamán, me hace pensar que el arte y el poema no deberían convertirse en objetos de veneración, ni apostar por las obras de arte como objetos absolutos e imperecederos, sino como cosas útiles que deben transformarse y construirse según las necesidades sociales y los requerimientos del cambio, la transformación o la revolución.
oigo que las obras de arte deben conservarse
como el atún o los espárragos
que nunca deje de oírse a Bach o de
leerse el Quijote pero
cuántos entierros sin requiems
bodas sin castrati sueños sin sonatas
qué debe leer el pueblo qué obras son
las adecuadas para sublimar los espíritus y
proteger a la humanidad del hombre
hay preguntas que deben evitarse
porque peca contra el hombre quien
se interroga sobre el bien del pueblo
las naciones los consumidores
imaginen un mundo sin Beethoven o Velázquez
traten de vivir sin haber leído la Iliada
intenten enamorarse sin haber cantado a Rilque
sólo devorando unos ojos o acariciando una nalga
se habla del arte musical literario pictórico y del
arte de torturar robar mentir o asesinar
de una técnica sublime y depurada por
alcanzar la perfección y trascender la historia
el artesano convertido en héroe
la obra del matarife en objeto de veneración
hay cosas que nunca deben intentarse
son tan peligrosas como la mona lisa
colgada en el louvre
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