El cuarteto del sistema

He tenido la fortuna de acompañar al Cuarteto Simón Bolívar durante las dos semanas que han pasado en Madrid, dedicadas a preparar e interpretar tres conciertos que giraron en torno a tres autores señeros en el género cuartetístico. En cada uno de ellos tocaron un cuarteto de cada compositor, comenzando por Haydn (los op. 33), siguiendo con Shostakovich (los cuarteto 7, 8 y 9) y finalizando con Beethoven (los tres Rasumovsky). Realmente difícil congeniar a estos tres colosos y lograr mostrar a cada uno de ellos en su propio estilo, tan diferente de los otros, en cada uno de estos tres conciertos.

Con Haydn se inicia históricamente el género, que con Beethoven alcanza una cima que apabulló a la mayor parte de los compositores que le sucedieron, hasta que ya rondando el siglo XX el cuarteto comenzó otra vez a cobrar importancia y a evolucionar. Shostakovich con sus 15 cuartetos para cuerda forma parte de este último período de recuperación y revolución.

El Cuarteto Simón Bolívar también representa otra revolución, en este caso la del sistema de orquestas venezolano iniciado en los años sesenta por Abreu, y que no es una estructura artística y pedagógica creada para formar un grupo excelso de artistas, sino un sistema que utiliza la música como un instrumento de socialización, de creación de vínculos afectivos en los estratos más humildes de la población venezolana, de convivencia en valores comunitarios y de aprendizaje ético, afectivo e intelectual. Precisamente esto es lo que destaca el documental “Tocar y luchar”, y lo que transmiten estos cuatro músicos que componen el Cuarteto Simón Bolívar, convertir la música en un elemento de experiencia y aprendizaje, de convivencia en el arte como forma de buscar la excelencia en la vida, y en este caso, en la lucha por sobrevivir en entornos sociales y económicos tan complicados.

El Cuarteto Simón Bolívar no sólo interpreta maravillosamente bien, a pesar de su juventud, sino que lo hace con personalidad propia y una enorme ductilidad, porque no de otra forma se puede acometer con solvencia unos programas tan variados. Y sobre todo posee energía, porque sin estridencias ni falsos oropeles nos contagian con su ánimo y su ritmo. Si he de quedarme con un momento, lo hago con la magia de la transición entre el segundo (adagio) y el tercer (alegretto) movimiento del cuarteto 9 de Shostakovich, con su forma de realizar la transición y de acometer la danza hebrea que da comienzo al alegretto.

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