GALARLEIZ 2012: MARATÓN MTB

La Galarleiz es la carrera de montaña decana del calendario nacional. Creo que más de 16 años ininterrumpidos reuniendo a los mejores atletas de la especialidad. Gran parte del recorrido discurre por las cresterías de la Sierra de Ordunte, divisoria entre Castilla-León y el País Vasco, con vistas maravillosas de ambas vertientes, sobre todo del valle de Mena y la cuenca del río Cadagua, embalsadas en la presa de Ordunte y que abastece de agua a Bilbao. Como se ve, el recorrido se desarrolla entre las comarcas de las Merindades (Burgos) y la de las Encartaciones (Vizcaya), zonas de gran valor paisajístico.

Existen tres modalidades de participación en la Galarleiz, la marcha, la carrera a pie y la carrera con bicicleta de montaña (MTB), que fue en la que yo participé, y que discurren aproximadamente por el mismo itinerario.

Esta carrera la afrontamos con tristeza. Hacía tres días que había fallecido nuestro amigo de la agrupación Joaquín Aguado, en un accidente cuando intentaba ascender al Mont Blanc. Su recuerdo y el de toda su familia, especialmente de Jorge, su hijo, magnífico atleta y compañero de fatigas en tantas competiciones donde él destaca como juvenil, no se nos fue de la cabeza durante la preparación y desarrollo de la prueba, que tuvo como momento álgido el homenaje que la organización le dedicó guardándole un minuto de silencio.

Una bicicleta de montaña es un artefacto afín a la bici de toda la vida, pero adaptado a las necesidades que impone el terreno quebrado y roto de las montañas, vamos, una especie de cabra, adaptación de la oveja a las pendientes verticales, a las piedras sueltas, el barro, la arcilla, en suma, aversión total al asfalto y su magnífica lisura. La bicicleta de montaña permite acceder a espacios de gran belleza, pero claro está, no posee la flexibilidad ni la capacidad del pie humano, y mientras el corredor puede afrontar con solvencia tramos de elevada dificultad técnica, no así la bicicleta de montaña, a pesar de la pericia de la que hacen gala algunos ciclistas.

La MTB se comporta como un caballo brioso e inquieto, al que hay que encauzar y orientar al afrontar las dificultades topográficas, las cuales acomete, normalmente, con gran solvencia y nobleza, a menos que note temor o falta de confianza en el ciclista que la monta, en cuyo caso le gusta sorprender con alguna pirueta o cabriola que hace volar al conductor. Muy divertida la MTB.

Me extiendo un poco en las peculiaridades de la bicicleta de montaña por ilustrar a los que la desconocen y sobre todo también para resaltar sus peculiaridades en comparación con la bicicleta de carretera, mucho mejor conocida, de la que se distingue no sólo por el peso y robustez, sino también por su geometría, amortiguación, tipo de manillar, ruedas. etc. En las dos especialidades el triunfo consiste en dar pedales más rápido y más fuerte que los contrincantes, pero el terreno impone ciertas peculiaridades. Diría que la fundamental deriva de los gradientes altimétricos, o pendientes, que varían más rápido y alcanzan mayores valores en la MTB, lo que en combinación con el tipo de terreno, convierte la conducción de la bicicleta de montaña en algo circense, donde el ciclista no para quieto ni encima ni fuera del sillín, tal es la importancia del control adecuado del centro de gravedad para no derrapar o volcar, es decir, y con perdón, para no dar con los cuernos en el suelo, contra una zarza o una roca.

Así como la marcha o incluso la carrera a pie no precisa un camino, en cambio, la MTB necesita seguir uno, aunque sea fragmentario, posea gran deterioro o desmerezca incluso de llamarse así, las bicicletas de montaña siguen una senda que aunque precaria, permita que las ruedas giren o boten. El camino, como decía, puede ser tan poca cosa como la huella dejada por las vacas, un arrastradero de troncos, un cortafuegos o una torrentera, pero ha de tener una orientación y destacarse, aunque mínimamente, del entorno natural circundante. Y digo esto, porque el cariz y peculiar adaptación del sendero al entorno topográfico resulta esencial para comprender este deporte y la dificultad de las rutas y las competiciones. Por tanto, la familiaridad y adaptación del ciclista al terreno resulta fundamental para entender su rendimiento, en concreto, para comprender cómo afronté por primera vez esta Galarleiz en la edición de 2012.

La Sierra de Guadarrama donde suelo practicar la MTB posee unas características bien definidas por su matriz geológica granítica. Roca dura que posee un peculiar modo de meteorizarse y degradarse, formando canchales que se disponen entre zonas estables donde aflora la roca desnuda, salpicada aquí y allá por manchas de vegetación que se aposenta sobre suelos raquíticos. Los caminos o sendas discurren normalmente sobre terreno duro y firme, aunque no deja de haber zonas de tierra suelta. Poca arcilla, hierba casi inexistente y el barro sólo aparece en zonas más boscosas y húmedas donde haya materia orgánica o en las cercanías de los ríos.

En cambio, la sierra a la que nos enfrentamos en el Galarleiz fue totalmente distinta. En primer lugar, por el sustrato geológico, y también por el peculiar modo de tallar los caminos en la montaña. Empecemos por las subidas. Las cimas a las que nos debíamos enfrentar eran discretas, la mayor al comienzo del recorrido, Zalama, de unos 1.350 metros, y que se encara desde los 782 metros del pueblo origen de la prueba, San Pelayo. Gran parte del recorrido discurría alrededor de los 800 metros. En cambio, en la Sierra de Guadarrama, uno siempre sube por encima de los 1.400 metros, y alcanza cotas alrededor de los 1.800 metros (Fuenfría, Navacerrada, Morcuera, etc.) o incluso de 2.400 metros en Bola del Mundo. Las subidas en Guadarrama suelen ser largas, constantes y de pendiente entre media y elevada, normalmente por terreno que permite traccionar con cierta facilidad. En cambio, en la Galarleiz uno se enfrenta o a terreno muy suelto, o a hierba, sustratos que dificultan la efectividad del pedaleo. Además, la geometría de los senderos resulta radicalmente distinta. En aquellas tierras no deben conocer el término zigzageo, una hábil forma de sortear fuertes pendientes alargando el recorrido, y que resulta esencial para garantizar la ciclabilidad del camino que debe ascender mucho en poca distancia. Allí encaran directamente, sin complejos, lo que convierte a estos montes de altitud discreta en temibles atalayas: cortos recorridos, reducidas cotas, pero espeluznantes pendientes sobre suelos de reducida tracción. Y sobre todo, ya cercanas las cimas, los caminos se desdibujan asaltados por la hierba, por lo que estas zonas resultan terribles, sobre todo si están húmedas, cosa habitual en estas latitudes.

¿Y los descensos? Pues no son tan técnicos como los que se estilan por aquí, sin embargo, son engañosos y poseen numerosas trampas. Un ejemplo, la bajada de Zalama se desarrolla por una turbera, un material extraño donde las ruedas parece que flotan, salpicado de hoyos que uno no llega a ver hasta que te los comes. O la arcilla, material falso y plástico que se pega a todo y que provoca continuos extraños. Y qué diremos de la hierba cuando está húmeda y posee pendiente, que parece que se desciende en trineo. En fin, dificultades sorteables, pero que necesitan, para ser afrontadas con un poco de solvencia, de cierto aprendizaje, que yo empecé a atesorar cuando ya acababa la prueba.

Mi única información previa sobre el tipo de prueba era el perfil topográfico que publica la organización. Pensé que si la prueba comenzaba a la cota 782, y acababa en la 91, y que si las cimas más elevadas poseían unos desniveles discretos, entonces una vez superado el Zalama a los 8 kilómetros de prueba, todo discurriría con cierta tranquilidad. Por tanto, mi estrategia consistió en posicionarme bien a los pies de este monte, subir con alegría evitando tapones, y ya en la zona que yo preveía menos dificultosa y de pendiente favorable, apretar y mantener la posición. Creo que culminé la cima sobre el puesto 40 o así. Pero lo que vino después me sorprendió muy desagradablemente, ya que no le di la debida importancia al hecho de que el desnivel acumulado era de 3.764 metros, 1.554 metros en ascenso y 2.210 en bajadas.

Para empezar, los descensos, duros, cansados, con más tensión de lo normal, peligrosos en algunos tramos, sobre todo, sorprendido por el tipo de terreno y la poca confianza que me inspiraba. Afortunadamente sólo caí una vez, y fui amortiguado por unos helechos. Y casi nunca tuve que echar pie a tierra. Así y todo, me adelantaron más ciclistas bajando que subiendo, cosa poco habitual en mí. Creo que es la primera vez en que tras una prueba ciclista los brazos, los hombros y los omoplatos me duelen más que las piernas. ¡Qué tensión!

Y en segundo lugar, las susodichas subidas cortas y aterradoras. Acostumbrado a los puertos largos y constantes estas atalayas me destrozaban las piernas, no era capaz de encararlas con confianza, y en algunos momentos debí echar pie a tierra por falta de fuerza. La última zona de continuos toboganes, por no hablar de la famosa campa de Martintxu, me acabó de rematar.

Realmente la zona resulta de una gran belleza, grandiosas panorámicas, bosques misteriosos, sendas a media ladera tan peligrosas como bellas, ríos, buen ambiente, animación. Una carrera recomendable donde la organización se vuelca con el deportista. Se agradece el cariño que ponen todos los trabajadores en este evento, casi nada se deja a la improvisación y se nota que llevan muchos años de rodaje porque todo está magníficamente señalizado y en su lugar. Pero el participante, sobre todo si llega de otro ámbito geográfico, debe saber a lo que va y lo que se va a encontrar. Si los primeros clasificados emplean normalmente más de 2h30m en hacer 42 kilómetros, ello ya indica la dificultad de la prueba. Yo tardé 3h34m, puesto 62 de la general y 5º de mi categoría veteranos B. Y muy contento de haber terminado esta prueba. Gracias a que llegué muy ilusionado, pude superar con resignación el cabreo de no haber podido ir montado más tiempo en la bici y de haber sufrido tanto en los descensos. Así y todo mereció la pena y disfruté de un magnífico fin de semana rodeado de amigos.

11 comentarios sobre “GALARLEIZ 2012: MARATÓN MTB

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  1. Gracias y Enhorabuena Juan. Por tu impecable narración a través de la cual percibo vuestras peripecias sobre la MTB como si lo viera desde el sofá de mi casa en Teledeporte por HD.
    Gracias por situárnoslo geográficamente. A veces, los que no acudimos no sabemos exactamente donde se desarrollan las carreras. Además tu comparativa entre el terreno de nuestro Guadarrama y el de las Sierras de Ordunte y Zalama será sin duda un valioso aporte de ayuda para quien en un futro quiera hacer Galarleiz en MTB.
    A ver si soy capaz, en otro orden de cosas, de leer y comprender este verano a Luther Blisset en “Q”.
    Como siempre, mil gracias Juan.

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    1. Gracias, Miguel Ángel. Espero que el año que viene os animéis en la modalidad de carrera de montaña, porque creo que es corriendo o andando como más se disfruta de este tipo de orografía. Leer y comprender van de la mano, y creo que será una novela que te va a gustar.

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  2. Preciosa descripcion, dan ganas de coger la MTB y salir a pedalear . Sin embargo por la hora que es lo dejare para otro momento.
    Me alegro de que pasaras tan buen fin de semana aunque te perdiste una deliciosa hamburguesa. Otra vez sera.

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  3. Me ha encantado leer esta crónica de Galarleiz y sobre todo la explicación de lo qué es la MTB. Yo también participe en esta edición en MTB; lo había hecho previamente en 3 ocasiones: 1 andando y 2 corriendo. Por cierto, en estas tierras sí conocemos el término «zigzageo».
    Siento la muerte de vuestro compañero en el accidente del Mont Blanc.

    Desde Bizkaia, saludos y gracias
    Enrique

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