Creo firmemente en que existe un magma que contiene todas las melodías del mundo. Ayer Silvia y Raúl fueron al origen, tomaron unos cuantos átomos elementales de aquel éter de todos los sonidos y compusieron el fuego original que pudimos oír cuantos asistimos a la presentación de su último disco, granada.
La música posee la virtud de poder colorear el aire: las guitarras de Raúl empeñadas en componer un óleo abstracto, y Silvia, enhebrando figuraciones sobre sus manchas de color. Interpretaron canciones de otros, de Edith Piaf, Lluis Llach, María del Mar Bonet, Chicho S. Ferlosio, Robert Schumann, Violeta Parra, y otros. Hicieron sus versiones. Buscando el origen y también la originalidad, una fidelidad musical que los intérpretes sólo pueden alcanzar cuando traicionan el original, Raúl con sus estridencias y disonancias, y Silvia alargando sílabas y dislocando melodías.
Crearon un fuego de fantasía íntimo y conmovedor, porque la música recreada desde las entrañas posee el don de hacer emerger aquel magma de todas las melodías, en este caso hacia el ojo del volcán en que ayer se convirtió la sala roja del Teatro del Canal. Al salir, mi hermana me dijo que lo que acabábamos de escuchar nunca podría enlatarse en un disco. Tiene razón. Algunas interpretaciones sólo merecen que las conserve el viento.
Gracias, hermano, resueno plenamente con tu sentir y con lo que expresas, tengo la sensación de haber compartido un precioso
viaje de música
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