Me cuesta reprimir el deseo de escuchar en directo la tercera sinfonía de Mahler. El año pasado tuve la fortuna de escucharla dirigida por Z. Mehta, y esta vez por la ONE con su titular D. Afkham. No es fácil de interpretar, por su monumental estructura, la tímbrica tan diversa, las dinámicas, sus polifonías a ritmo de marchas, sus juegos medio grotescos y sublimes entre diferentes grupos orquestales, la presencia del coro, y ese equilibrio tan mahleriano entre lo frívolo y la profundo, en este caso, entre el cielo y la tierra, y en el medio, el hombre y el «Así hablaba Zaratustra» de Nietzsche.
En la imagen, la casita de campo en la que Mahler escribió esta sinfonía, en el Tirol austriaco.
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