La pasada semana mi amiga María Angulo me enseñó lo que es un carboncillo: simplemente un trozo de madera ligera (brezo, olivo, sauce, vid, etc.) carbonizada que se emplea para dibujar y realizar bocetos. Tomar un carboncillo entre los dedos y simplemente trazar una línea («un punto que anda», según P. Klee) y mancharse los dedos te retrotrae a los momentos inaugurales del arte humano allá en el paleolítico, cuando las maderas de la hoguera servían también para dibujar los bisontes y a las personas sobre la piedra.
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