He pasado unos días visitando algunos pueblos y comarcas extremeñas. Hacía muchísimo tiempo que no viajaba en Semana Santa, fiestas durante las que prefiero quedarme en casa. Y por supuesto, en Zafra no me pude sustraer a las procesiones, a ese rito tan hispano y que se ha convertido en una de esas experiencias culturales que junto a los productos del cerdo iberico, el queso, la dehesa y los monumentos componen un paquete turístico de indudable atractivo.
Casi siempre que me reencuentro con una experiencia visual de mi niñez, me genera frustración, ya sea por el tamaño de las cosas o por sus alteraciones, como si no pudiera encontrar las claves visuales útiles para conectar lo que al paso del tiempo estoy experimentando, con aquellos recuerdos guardados como una parte de mi persona. Si volviera a ver los pasos procesionales de Málaga o de Linares, aquellos a los que me llevaba mi abuela, me decepcionarían, estoy seguro. En cambio, los sonidos, la música o los olores superan a la vista para evocar recuerdos, para conectar emociones pasadas con experiencias actuales. No estoy hablando de experiencias místicas o religiosas. Hablo de la mano de mi abuela cuando me la estrechaba con fuerza en aquellas madrugadas en las que el Nazareno transitaba por calles angostas, y la capacidad de los tambores, del olor del incienso o de las flores para evocar aquellos sentimientos en contraste con el sentido de la vista, porque estoy seguro de que si volviera a ver aquel trono y a aquel hombre-dios lacerado, no me habría producido una emoción comparable a la de los lirios o el ritmo obcecado y monótono de los tambores procesionales transformando las calles de Zafra, tan diferentes a las de Linares.
Encuentro que el olor y el sonido, sobre todo si van juntos, poseen una rara capacidad evocadora, y que poseen mayor habilidad que la vista para conectar emociones y experiencias del pasado con las del presente, para traernos los recuerdos de seres más o menos queridos, e incluso la imagen de lo que alguna vez fuimos.
Yo también crecí en un ambiente procesional… nazareno, en estas fechas. ( Orihuela – alicante ) . Reconozco que me llamaban más que el aire tétrico de los pasos de Semana Santa, en verano, los «moros y cristianos»… con sus alegres fanfarrias… y luchas simuladas que parecían converger en una gran fiesta dionisíaca. País de contrastes esta «piel de toro» (S.Espriu ? )
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O sea, que cuando hueles la pólvora u oyes el tambor, te pones en sintonía con aquellos recuerdos y emociones, no?
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