La pasada semana tuve la fortuna de poder acompañar al Euskal Barrokensemble en sendos conciertos que ofrecieron en Burgos y en León, dedicados a ofrecer ejemplos de las relaciones indiscutibles que históricamente se han producido entre la música popular y la «seria» o clásica, en este caso, centrada en las influencias recíprocas que a nivel peninsular se han verificado entre el País Vasco y Castilla-León. Junto a intérpretes de reconocido prestigio a nivel de música barroca, se situaron otros más especializados en cantos y músicas populares, en concreto, dos cantantes vascas (Letu y Maika), un intérprete y etnomusicólogo castellano (Gonzalo), e incluso un contrabajista de jazz y flamenco (Pablo). Tal reunión tan diversa nos ofreció un concierto magníficamente ensamblado por la mano inteligente y sensible de Enrike Solinis (laúd y dirección), en el que lengua vasca, latín y castellano, o percusión, órgano, txistus, gaitas, panderos, fídula, rabel, etc. se mezclaron en piezas llenas de encanto, naturalidad y hondo sentimiento.
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