Ayer vi la película «Maudie, el color de la vida«. Por un lado el deseo de emancipación de una persona sensible a la que sus más allegados sobreprotegen a la vez que marginan. Y su encuentro con la rudeza de un hombre tan diferente a ella «como dos calcetines desparejados». Y también la capacidad de la experiencia artística para compartir y expresar una manera de contemplar un mundo, en este caso pequeño y marginal. Más allá de la mayor o menor fama que hubiera alcanzado la pintora, que por otra parte nunca persiguió ni valoró, se muestra la necesidad de convivir y compartir, y de sacarle el máximo partido a las cosas y a las personas que se tienen cerca. Más que un refugio o un paliativo, el color que Maud le aplica a la vida aspira a hacerla plena, a darle sentido y profundidad.
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