Una flauta, un violonchelo y un piano fríos

¿Qué es la frialdad? Pues ayer la sentí durante buena parte del concierto que nos ofrecieron estos tres virtuosos tan aclamados por la crítica: Pahud (flauta), Queyras (violonchelo) y Le Sage (piano). Quizás se dejaron influir por los “Sonidos del Leteo”, la obra que estrenaron del compositor japonés T. Hosokawa, por sus aguas frías que hacen desaparecer los recuerdos, pero lo cierto es que los tres solistas olvidaron el calor en el camerino y únicamente aportaron su envidiable pericia técnica. Exagero. Ya lo sé. O quizás yo fuera el frío. Lo dudo. Pero tampoco el público respondió como anticipaba la ocasión.

Los tríos de Haydn cosquillean el alma, pero dejan al violonchelista como un espectador de privilegio, y al flautista llenando los huecos que el piano deja al interpretar la sonata que realmente el compositor le regaló. El Schumann de la fantasía opus 88 tampoco deja las cosas fáciles para que los intérpretes ardan. Una obra de salón que hasta contiene una humoresque, una romanza un tanto anodina y un dúo un poco frío y distante entre la flauta y el violonchelo. Quizás en el final el trío podría haber encontrado alguna brasa.

La obra de Hosokawa realmente podría haber despertado a los intérpretes, pero ya estaba al final de una primera parte de más de 50 minutos de música, y ni lo que vino antes, ni lo que vendría durante la segunda parte eran obras que facilitaran ni la comprensión, ni la interpretación de la buena música del compositor japonés.

Con el trío de Carl Maria von Weber los intérpretes se dejaron influir, o mecer, por el estilo mitad cortesano, mitad pastoril que impregna la obra. Algún taconazo por aquí, alguna sonrisita por allá, miradas de complicidad que apenas intuidas desaparecían, cierta jocosidad contenida, etc. Pero todo impecable, cada nota en su sitio. Durante todo el concierto dejaron claro que allí delante no nos las veíamos con cualquiera, aunque más que un trío parecieran un tres por uno. Pero mereció la pena la experiencia, porque no todos los días se puede oír a un flautista tan excepcional, y porque el calor o la complicidad sincera apareció, o a mí me lo pareció, ya muy tarde, en la última obra, en la de ese magnífico compositor que es B. Martinú, en un trío lleno de encanto, gracia, profundidad, ritmo… y que el trío, esta vez sí, el trío acometió con el calor que se merece la música.

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