Aprendizaje en el canto sutil

Llevo tres años organizando un curso dedicado a la interpretación de la cantata barroca profana italiana. Durante cinco días Eduardo López Banzo, enorme músico y pedagogo, se dedica a transmitir las claves interpretativas del canto barroco, a una decena de cantantes jóvenes, pero que ya atesoran un largo bagaje formativo e incluso interpretativo.

Acaba de concluir la sexta edición, y como en las anteriores, siempre hemos logrado crear entre todos un clima cálido y amistoso en el que el aprendizaje fluye con espontaneidad, donde se aprende experimentando directamente con la materia sonora y con las emociones.

Estamos acostumbrados a identificar el término musical de la cantata con J. S. Bach y con el espíritu religioso. Pero la cantata barroca engloba un amplio y muy diverso repertorio que se puede categorizar según temáticas, lugares de representación, períodos temporales y peculiaridades geográficas. En este caso, se trata de la cantata profana italiana, una música delicada y diríamos que exquisita y refinada, que se interpretaba en palacios y en salones cortesanos, utilizando como materia prima la poesía amorosa de los grandes clásicos del género. Es un repertorio poco hoyado, pero que ofrece unas obras idóneas para experimentar las características del canto barroco en relación con su técnica y sobre todo con su interpretación.

La técnica del canto ha sido muy variada a lo largo de la historia musical. Y han coexistido temporalmente diferentes estilos en función de cada repertorio y escuela. En este caso se trata de recuperar un estilo que se desarrolló para cantar en recintos pequeños y a un público entendido y atento al discurso, y en el que se pretendía apurar al máximo las posibilidades emocionales y expresivas de los poemas. Un clavicordio y un cantante solos ante una audiencia deseosa de emocionarse. Este es el contexto en el que se fabricó esta música.

No estamos hablando de música menor, autores como Alessandro Scarlatti o Händel le dedicaron páginas memorables a este género. Ni de las efervescencias vocales un tanto fatuas y frívolas con las que se suele identificar la música vocal barroca. En cada cantata, que dura apenas unos 10 minutos, los intérpretes deben convencer al auditorio, y ser capaces de crear un personaje y una situación particulares, similar a lo que en otro contexto hacían las cantantes de copla española. De cada cantata resulta necesario encontrar su carácter y desplegar todos los afectos musicales barrocos en coherencia con él: bizarría, despecho, lirismo, gallardía, venganza, lamento, alegría, ira, tristeza, melancolía, admiración, delicadeza, seriedad, desazón, etc.

Se trata de construir un universo ficticio de afectos, de dotar de color a cada una de las palabras del texto, y de desplegar unos recursos estilísticos y retóricos, y una naturalidad vocal, que en la intimidad de un salón pueden apreciarse en comparación con el canto más plano y mucho menos sutil que resulta obligado utilizar en un gran teatro de ópera, por ejemplo: articulaciones, acentos, suspiros, respiraciones, apoyaturas, pausas, medias voces, ataques, cadencias; por no hablar de las ornamentaciones que cada cantante debe construir en la repetición del aria da capo.

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