Me gusta curiosear libros en la librería Arrebato, sita en el barrio de Malasaña de Madrid. Me atrae tanto el olor y la textura de algunos libros, que acabo comprándolos casi sin ver su contenido. Quizás exagero un poco, pero el otro día vi una colección de poesía editada por el ayuntamiento de Lucena (Córdoba), de la que me sorprendió, sobre todo, el tipo de papel de sus páginas, grueso, rugoso y de un grano visible y apreciable al tacto. Elegí uno de sus volúmenes, el del poeta valenciano Francisco Díaz de Castro, y titulado «Sol de niebla». Escojo uno de sus poemas para demostrar que no sólo el papel de estos libros resulta valioso y apreciable. Se llama «Nocturno»:
Estos recuerdos
no pueden ser los míos.
Son recuerdos de otro, de cualquiera.
Habrán llegado
mezclados con la brisa del otoño.
Esto que pienso ahora
habrá turbado sueños de otros dormitorios.
Yo no fui tan mezquino
ni traicioné por cosas tan triviales.
No es mío este rencor
que me roba los sueños verdaderos.
No puede ser verdad tanto fracaso.
Yo sé que este pasado no es el mío.
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