Poesía en Urueña

Iba el otro día en coche hacia Oviedo desde Madrid, y al pasar por el desvío a Urueña, me picó la curiosidad por volver a visitar una villa que ya me pareció en su día interesante y sorprendente. El pueblo festejaba el décimo aniversario de haberse convertido en “Villa del libro”, por lo que después de visitar la Fundación Joaquín Díaz de música tradicional, y el museo de campanas, me dirigí al Centro e-LEA, dedicado al libro y a la escritura. Allí me dio la bienvenida un inmenso mural que reproduce una íntima y terrenal poesía de Antonio Colinas sobre el lugar en el que se ubica este pueblo, y que así comienza:

¿Conocéis el lugar donde van a morir
las arias de Händell?
Creo que es aquí, en este espacio
donde se inventa la infinitud de los amarillos;
un espacio en el centro de Castilla
en el que nuestros cuerpos podrían sanar para siempre

Y de pronto, me topé con el mundo surrealista, imaginario y esencial del poeta Francisco Pino (1910-2002), al que lamentablemente no conocía y que me dejó absolutamente emocionado. Pero es que gran parte de su obra había quedado inédita hasta 2010, con más de 120 títulos realizados.

Porque Pino pertenece a esa generación de artistas, científicos, en suma, personas, escondidas y apartadas de la depresiva y represiva posguerra española y que de forma latente sobrevivieron y murieron en vida durante la dictadura franquista. El poeta procedía de una familia burguesa y pudiente de Valladolid, pero se convirtió en un progresista que defendió la República, aunque sufrió también cárcel y casi ejecución en Madrid a consecuencia de su talante libertario, cristiano y pacifista. Como él mismo dijera:

Yo soy una bandera tremolante en mi época. Yo no he respondido nunca a ningún ideal de patria. Yo he respondido siempre a mis amigos, en la cárcel y fuera de ella.

Por ello, en 1940 se retiró a su casa ajardinada del Pinar de Antequera, a diez kilómetros de la capital vallisoletana, donde escribió y dibujó la mayor parte de su obra en ediciones limitadísimas.

No me busques en los montes
por altos que sean,
ni me busques en el mar
por grande que te parezca.
Búscame aquí, en esta tierra
llana, con puente y pinar,
con almena y agua lenta,
donde se escucha volar
aunque el sonido se pierda…

Como decía Jorge Guillén, “fue el poeta más vanguardista de la literatura española”. Y la exposición se centra en esa parte de su producción que mezcló la palabra con la pintura. En ese campo de experimentación que creó sus “poeturas”, unos poemas dibujados que me hicieron recordar mis propios califactos, no tanto por su parecido formal, cuanto por advertir que algo así como una misma inquietud vital nos pudiera estar hermanando, a dos personas tan distintas y tan alejadas en el tiempo. Como afirma uno de los rótulos de la exposición, acerca de las poeturas:

A efectos visuales se trataría de una palabra con paisaje propio que perdura en el tiempo más allá de la simple palabra codificada. Estrictamente no equivale a pintura, pues la poetura se escribe y se entiende con palabras que exigen un tratamiento apropiado. Equivale, por tanto, a una semántica pictórica que usa diversas técnicas –grabado, collage, piedras, sellos, postales, etiquetas, otros objetos y palabras integradas- para crear un poema espacial y entendible en su totalidad como una manifestación plástica.

Incluso en un momento romperá con la sintaxis y la misma palabra, y fabricará unos poemas ágrafos en los que será el vacío creado por masas pictóricas el que intentará general el sentido. A este intento lo denominará de “masas líricas”, de similar función al papel que el silencio cumple en la música. Un “mundo de agujeros” con los que intentará transmitirnos lo oculto tras la tradición, la cultura y las mismas palabras.

Me sedujo uno de sus poeturas  sobre el tiempo, compuesto por un reloj de arena cuyos depósitos de segundos son aludidos en el poema como vulvas enfrentadas. Pero lamentablemente la foto que le hice no salió, y como desgraciadamente no existe ningún catálogo ni publicación sobre la exposición, no he podido reproducirlo aquí. Así que si vais a Urueña, por favor, pasad por el museo del libro y traedme este poema.

Un comentario sobre “Poesía en Urueña

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  1. Francisco Pino fue uno de los grandes marginados durante los 50-70. Durante los años 80 Hiperion fue publicando todas sus obras poquito a poco y empezó a ser reconocido (a todas estas el señor tenía para entonces casi los 70 años). Es un caso parecido a Gamoneda, con la diferencia de que Gamoneda llegó vivo al reconocimiento.

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