Más allá de Casiopea algo se mueve y nos busca.
Y se pregunta el astrónomo, mientras mira y mide
si esos grandes ojos azules que buscan e inquieren,
encontraran al fin,
¿debería anunciar que allá en la lejana Casiopea
una oscura presencia nos busca y
que si nos hallara,
entre el éter de mil constelaciones
y que sin saber qué quieren esos ojos que miran y remiran
qué mejor que fomentar un debate, una encuesta,
quizás un referéndum universal que permita esbozar una pregunta
que dé cuenta de sus afanes y nos libre de presagios?
Más allá de nuestros anhelos y del último infinito
quizás no haya nada,
pero el astrónomo que mira sabe
que en ese confín del tiempo
se mueven dos órbitas azules que no cesan de buscar
y el astrónomo quisiera ser astrólogo
y poder entender qué hay más allá de sus fórmulas,
qué magia se esconde detrás de esos ojos que se afanan;
se preguntará
tras su cristal y sus lentes,
desde su espejo de alumbre,
qué misterio esconde esa mente,
si lo sabe todo o sólo son ojos sin mente.
Y el astrónomo vuelve a casa y
en el autobús y
después en el metro
ya no podrá pensar en otra cosa
en esos ojos azules que buscan y rebuscan,
indiferente a que a su lado viaje una chica
con un libro que dice que
la bella Casiopea fue transformada,
en un tiempo inmemorial casi olvidado
en constelación galáctica,
quizás la más hermosa del hemisferio boreal,
y que un monstruo
la persiguió en pos de su belleza y
por ser también algo vanidosa.
Lee la chica de ojos azules
que Casiopea ofreció a su propia hija
en sacrificio
para aplacar la furia y la ira de Ceto,
sicario de las bellas y envidiosas nereidas;
y sobre una roca expuso a Andrómeda
para desviar su codicia lasciva.
El astrónomo y la chica
entran en casa y
dejan sus cosas encima de la cama,
calzan sus zapatillas,
se acercan un momento al servicio,
beben un vaso de zumo y
mientras oyen al fondo los ecos de las noticias
mirarán por la ventana y
se buscarán en Casiopea, la bella,
mientras presienten unos ojos
que en algún punto del firmamento
miran y remiran buscando.
La chica posará su mirada azul en el libro,
pero las palabras se le harán estrellas,
el papel … espejo,
y se leerá atada y desnuda
con su cabellera mecida por el aliento astral
de esos ojos que la miran con anhelo.
Qué pensarán esas esferas azules
que se esconden más allá de Casiopea.
Sentado; tan cerca del cristal
su vaho empañará el firmamento
y tras esa niebla de siglos alcanzará a distinguir que
entre las estrellas
son sus propios ojos los que miran y buscan entre nebulosas.
Y el astrónomo y la chica se acuestan y
sólo no dormirán un instante
soñándose despiertos allá en lo alto.
Más allá de Casiopea by Rui Valdivia is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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