Los datos resultan imprescindibles para tomar decisiones, para planear la vida, programar actividades, ordenar deseos. En el proceso creativo que sucesivamente produce la información, el conocimiento y finalmente el saber, los datos podrían considerarse como la materia prima a la que el trabajo del experto, el técnico, el científico, el ser humano, en suma, le va a ir aportando criterio, rigor e imaginación para penetrar en la esencia de las cosas.
Los modelos de los que nos servimos para interpretar la realidad, para sondear la historia y realizar pronósticos se sustentan en los datos, ya que cuanto más fiables, más representativos y más copiosos, con mayor seguridad podremos extraer conclusiones de los acontecimientos y de los procesos que nos rodean.
Unos datos nos asaltan, nos invaden sin haberlo deseado especialmente, muchos sin embargo habrá que buscarlos, algunos otros, crearlos ex novo. Una cosa es la realidad, y otra los datos que exuda voluntaria o involuntariamente, y que el ser humano y sus mecanismos naturales o tecnológicos intentarán capturar. La representación que nos hacemos de esa realidad que se nos desvela por sus datos formaría el primer atisbo de información y conocimiento sobre su significado.
Cuando los Estados modernos empezaron a dedicarse durante el siglo XIX a favorecer el desarrollo de sus ciudadanos, a poner las bases legales y políticas del capitalismo auspiciado por la riqueza de las naciones, entre otros credos, también comenzaron a crear instituciones públicas encargadas de recoger y ofrecer datos sobre el territorio: topografía, geología, meteorología, etc., con objeto de favorecer tanto su propia actividad como promotores del crecimiento económico, como la libre iniciativa de sus empresarios a la hora de decidir cómo y dónde instalar actividades y procesos productivos.
Los datos y el poder de los Estados, y también de las grandes corporaciones. Para controlar se precisa información, también para manipular. Pero sin información tampoco existe posibilidad de liberación, de reacción ante los mecanismos de control que se están configurando alrededor de una capacidad tecnológica que cada vez nos ofrece mayor cantidad de datos sobre la naturaleza y el comportamiento de las cosas y de las personas.
Se espía para acumular información útil sobre un tercero. Como acabamos de comprobar recientemente en el caso del espionaje masivo de USA contra sus aliados, el enorme rastro de datos digitales que dejamos atrás diariamente lo intentan usar las grandes potencias, y las empresas, para conocer mejor a las personas y extraer conclusiones sobre su voluntad, deseos, motivaciones, pecados y objetivos. Argos, el monstruo de los mil ojos, desearía capturarlo todo, pero que lo visto sólo pudiera utilizarlo él y nadie más. Pero un dato nos ofrece el máximo de utilidad social, y económica, cuando se encuentra a libre disposición de la sociedad, a pesar de que algunos mal intencionados nos pregonen que la utilización monopolística de los datos resulta imprescindible para garantizar el bienestar. Por ello la captura de información y la consiguiente publicación en mapas públicos, lo realizaban aquellas agencias decimonónicas con conocimiento de causa, sabedores de que esa infraestructura común de datos aportaba una externalidad positiva y que por tanto, que sólo un proveedor público era capaz de ofrecerlos con objeto de optimizar el crecimiento económico y la implementación de un verdadero mercado capitalista sin sus consabidos fallos.
Como decíamos, la comprensión del dato resulta imprescindible para transformarlo en información, el primer paso hacia el conocimiento. Y desde siempre la visualización de los datos, que originalmente se realizaba mediante mapas, nos ofrecía el primer atisbo de comprensión de los procesos que se desarrollan sobre el territorio: mapas topográficos, políticos, demográficos, físicos, hidrográficos, geológicos, etc. Poder pintar los datos, superponerlos con otros, compararlos en un gráfico, nos ofrece una información valiosa sobre la realidad que deseamos comprender. Evidentemente, junto con otras herramientas matemáticas, estadísticas, y de modelación física. Pero no olvidemos que en muchos casos la verdadera comprensión humana de cómo se verifica un proceso que ha sido modelado matemáticamente se realiza también gracias a la visualización de sus resultados a través de imágenes, formas y colores que nos ayudan a entender no sólo los datos que entran en el modelo, sino también los resultados que obtenemos.
No deseo ahora detenerme en esa parte oscura de la información y su utilización para usurpar la libertad, controlar y manipular, sino en su otra faz más promisoria, y en concreto, en la capacidad que puede ofrecer para luchar por un mundo mejor, en el papel que puede jugar para desvelar la realidad de las cosas, para tomar conciencia y dotar al trabajo por buscar alternativas políticas de solidez, rigor y pragmatismo. Los datos, que se entiende su utilidad desde la vertiente del saber, en cambio, no resulta tan obvio su concurso en el campo de la acción política, y con estas líneas deseo precisamente abundar en este aspecto.
Me asalta una imagen. Veo al Estado Mayor del ejército reunido alrededor de un mapa plagado de chinchetas y de banderitas. Podría ser un simple juego de estrategia. No lo es. Presenciamos un teatro donde la abstracción representada en un trozo de papel despliega su sombra sobre la realidad de las cosas, sobre la vida y la muerte de miles de personas escondidas como conejos tras las trincheras de otro teatro de operaciones homotético de aquel otro donde unos cuantos señores serios deciden alrededor de una copa de coñac y unos cuantos puros habanos.
El poder de los mapas, de esas simplificaciones sin las que resulta muy difícil pensar sobre el territorio, pero que también nos han ofrecido las herramientas para configurar en el imaginario colectivo la extravagancia de los estados nacionales y de ese concepto del Estado tan moderno que Max Weber definió como “aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el “territorio” es elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima”. Arte cartográfico al que Borges le añadió la poética del absurdo:
En aquel Imperio, el arte de la Cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del Imperio, toda una provincia. Con el tiempo, estos mapas desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos adictas al estudio de la Cartografía, las generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y los inviernos. En los desiertos del oeste perduran despedazadas ruinas del mapa, habitadas por animales y por mendigos; en todo el país no hay otra reliquia de las disciplinas geográficas.
El periódico francés Le Mond diplomatique entendió acertadamente el poder de los mapas y su capacidad para concienciar, y hace unos años (desde el 2003) inició una línea editorial, los Atlas, que hasta la fecha ha sacado a la luz unas 20 publicaciones temáticas al respecto. Obras maestras del color y de las formas, poseen la enorme capacidad de informarnos y hacernos comprensibles fenómenos tan complejos como las finanzas internacionales, las migraciones, la energía, el medio ambiente, las desigualdades, las minorías, la geopolítica, etc. A título personal, en el año 1994 el Seminario de Investigación para la Paz de Zaragoza publicaba el trabajo de V. Fisas, “Las migraciones: el olvido de nuestra historia”, amparado en una serie de datos que se visualizaban en gráficos, y sobre todo, en mapas, y que entonces me ayudaron a comprender el fenómeno y a desmontar toda las aberraciones interesadas que se decían entonces contra los inmigrantes africanos. He aquí uno de ellos.
Compárese este mapa, por ejemplo, con este otro de flujos migratorios editado por Le Mond diplomatique diez años después.
Gracias a este par de ejemplos quizás se pueda entender mejor dos elementos de gran interés en relación con los datos y su capacidad para hacernos comprender la realidad. En primer lugar, sobre su crecimiento en volumen y en diversidad durante los últimos años, y en segundo término, acerca del perfeccionamiento de las técnicas de visualización. El mundo está cada vez más atestado de datos. A medida que crece la población humana y eliminamos especies, paisajes y ecosistemas, nuestro mundo humanizado se satura de los datos de esa destrucción creativa que sustenta nuestra civilización. Aprender a obtener datos, gestionarlos adecuadamente y visualizarlos para generar información y conocimiento, se destacan como tareas ineludibles para sustentar cualquier acción política.
Así lo han entendido numerosos colectivos que usan las nuevas herramientas tecnológicas para tratar y visualizar datos como un elemento indispensable de sus programas de lucha. Véase por ejemplo la fundación ciudadana CIVIO, cuyo lema “Datos accesibles para todos. Transparencia para una democracia más fuerte” respalda su objetivo de desarrollar
(…) herramientas que sacan a la luz el valor cívico de los datos y promueven la transparencia. Investigamos y generamos información relevante sobre la gestión pública para mejorar el empoderamiento ciudadano y la rendición de cuentas por parte de las instituciones.
O el proyecto VISUALIZAR que lleva a cabo Medialab Prado, dentro de su proyecto colaborativo entre profesionales y sociedad civil en torno a la cultura digital, el aprendizaje social y la libre difusión de los datos y del software de código abierto, que me parece que ofrece un ejemplo valioso de todo un cúmulo de experiencias que se están produciendo a nivel mundial en torno a los datos.
El dato para conocer, y también para actuar, por tanto, el dato como valor social en su dimensión de pro-común, un bien público cuya utilidad social se acrecienta cuanto más personas y empresas lo utilicen, y que evidentemente no se gasta con su uso, sino que muy al contrario, fomenta la aparición de nuevos datos valiosos a partir del conocimiento que se genera.
Me parece muy recomendable la labor teórica y práctica que el grupo cooperativo Correo de las Indias está realizando en torno al pro-común y las nuevas formas de crear riqueza a partir de nuevas lógicas de la abundancia, del trabajo en común y de la innovación. En un reciente post se recoge la siguiente reflexión del responsable de ese semillero de emprendedores que es «la Azucarera» de Zaragoza:
Debemos repensar los equipamientos públicos, trascender la lógica de edificios como meros mercados de consumo cultural, para transformarlos en centros de prosumo donde el ciudadano se convierte en productor y consumidor al mismo tiempo. Las claves nos las han dado las redes: Intercambio entre iguales (P2P, crowd), transparencia, democracia deliberativa y cultura abierta (open source, open goverment) y planificación de abajo a arriba (buttom up).
Creo que las Administraciones no son conscientes de la importancia de los datos para fomentar el bienestar y permitir la libertad de los ciudadanos, sobre todo del papel multiplicador del bienestar y de la libertad que en esta nueva sociedad en red pueden ofrecer en línea con lo que se decía en el párrafo precedente. De otro modo, no se entiende el recelo que aún despierta en el Gobierno que los datos que genera la actividad administrativa y política se difundan libremente. A veces sin malicia, otras por dejadez, no lo olvidemos, en muchas ocasiones por mantener monopolios, poder, camarillas y capacidad de manipulación, los Estados, a pesar de algunas legislaciones que obligan a la transparencia, se niegan a ofrecer datos, y si lo hacen los vierten a regañadientes y en formatos difícilmente utilizables por medios digitales.
Pero existe toda una comunidad de empresas, emprendedores, start-ups, etc. ansiosos de incorporar el valor añadido que los datos pueden ofrecerles. De forma similar a cómo en el siglo XIX esa nueva cartografía pública permitió explotar el territorio, ahora los datos públicos también siguen ofreciendo la posibilidad de multiplicar la actividad económica. Y cómo no, de ofrecer también la información imprescindible para que las tecnologías se apliquen con criterios ambientales y sociales, ya que esos datos sobre los impactos positivos y negativos de nuestras actividades económicas y políticas también deberían estar disponibles en la red digital.
Por ello, la Administración, lejos de entorpecer, debería encontrar métodos novedosos e imaginativos de facilitar el uso social de sus datos, incluso de crear datos que no teniendo una utilidad inmediata para ella pudieran ser de valor para la sociedad. Sobre la real disposición de los administradores de lo público españoles a emprender esta vía hacia la libre accesibilidad, recuerdo un reciente artículo de G. Galdón titulado “Big data y la miopía de la Administración”, en el que pone de relieve que incluso determinadas Administraciones persiguen a los agentes económicos y sociales que utilizan sus datos para crear herramientas de utilidad social, muchas de ellas, incluso, sin ánimo de lucro y que se ponen a disposición para que cualquier ciudadano las pueda utilizar libremente. Absurdo, e ineficaz, máxime cuando la propia Administración gasta enormes cantidades de dinero público para manejar unos datos y crear unas herramientas que la propia sociedad va a construir mejor, más libremente y casi gratuitamente.
La autora hablaba de BIG DATA, palabreja de moda y ante cuya realidad se están posicionando las grandes empresas, los Estados más concienciados, pero también una parte del tejido empresarial pequeño, pero innovador, y determinados colectivos sociales y políticos de gran capacidad de influencia. Lo que define a BIG DATA, y sobre todo, a las novedosas herramientas que se están creando para su utilización, no es sólo su tamaño (se habla de exabites=mil millones de gigabites), sino su ubicuidad y carencia de estructura. Se generan en casi cualquier actividad, a una gran velocidad, y en muchas ocasiones desestructurados, es decir, no directamente utilizables por bases de datos relacionales (no-SQL).
Estamos hablando no sólo de los datos estructurados que regularmente generan las entidades públicas y privadas, sino sobre todo, de los que se crean en las redes sociales como Facebook y Twitter, lo vídeos de YouTube o las fotografías de Flickr, o los sensores conectados en red que recogen ingentes cantidades de datos de los teléfonos móviles, de los contadores del gas y de la luz o del uso de las infraestructuras, los equipos de medición atmosférica, los satélites de tipo meteorológico, militar o científico, la cada vez más abundante información que generan las personas a través de motores de búsqueda en internet, uso de tarjetas de crédito o prácticas privadas de monitoreo. Y además todo ese ingente reducto de los «datos de desecho» que se generan como subproductos de las actividades cotidianas y que se almacenan como datos desechables, por ejemplo, los que recogen las cajas de los supermercados, entre otros.
Una mina colosal a la que desean acceder muchas manos, codiciosas unas, otras desalmadas, y muchas, generosas por su ambición de ofrecer herramientas públicas para obtener información valiosa. Terminaré este artículo hablando de estas últimas. Pero recordaré antes que la Administración norteamericana aprobó el año pasado más de 80 programas federales relacionados con la explotación de BIG DATA. O que grandes compañías como Amazon, eBay, Walmart, Google o Zara basan una parte importante de su éxito en la información que depuran de esa gran base de datos mundial.
Llama inicialmente la atención el hecho de que la principal herramienta utilizada para acceder y utilizar esta información sea HADOOP, un software libre de código abierto que no sólo emplean los cibernautas privados, sino las más grandes empresas del sector. Y es que en este campo del BIG DATA se está dilucidando una de las grandes batallas en torno a la propiedad de los datos, y en la que la sociedad civil, la comunidad hacker, los defensores del pro-común, los ciberactivistas, etc. no sólo no han dado su brazo a torcer, sino que lideran la mayor parte de las innovaciones que se están desarrollando. Por ello un elemento importante del marketing de las grandes empresas consiste en vestir de revolucionario los productos que en esta línea de los BIG DATA están generando para vender.
Véase, por ejemplo, que IBM apoye y promueva un blog que se titula BIG DATA REPUBLIC (con una estrella revolucionaria sobre la I) o la imagen adjunta de un libro sobre marketing que utiliza el rojo y la imagen conocida de un revolucionario para vender mejor su producto.
Sin embargo, daré algunos ejemplos sobre una correcta y útil aproximación al tema, en concreto, de cómo BIG DATA puede ayudar al desarrollo social. Consúltese este artículo de The Guardian. O Meta-activism, que recoge muchas experiencias al respecto. Sobre la visualización de datos complejos http://www.visualizing.org/ ofrece una amplia gama de experiencias, todas ellas en el marco de la acción. Quizás sea este tema de la visualización en el que más fácil se comprenda la relación práctica, social y política del manejo de BIG DATA. Resulta altamente recomendable visitar, por ejemplo, las siguientes web, http://www.quadrigram.com/, http://vizzuality.com/ o http://www.bestiario.org/.
En muchos casos las visualizaciones recurren a los mapas temáticos, y a los grafos, pero con una nueva dimensión que me gustaría destacar. Por ejemplo, los espléndidos mapas aludidos de los Atlas de Le Mond diplomatique, ofrecen mucha información, pero en papel, y por tanto, estática, y además hay que comprarlos y en principio no se distribuyen en formato digital. Es decir, congela en la hoja un determinado momento histórico y una muy concreta selección de la información (querry). Podríamos decir que son mapas-fotos, en cierto sentido sordos o tontos a las preguntas que un observador inquieto pudiera realizarles. Muestran lo que su creador ha querido plasmar en un formato fijo imposible de modificar, que impide seguir trabajando sobre él realizando nuevos análisis, añadiéndole nuevos datos o utilizando su información en otros trabajos.
En contraste, veamos el siguiente ejemplo que traigo de la web de quadrigram, un mapa y un grafo que muestra las rutas aéreas que emplean en Europa las principales compañías comerciales de aviación. Se trata de un mapa dinámico que contiene información viva que puede manejarse porque lo que el mapa representa en cada momento está vinculado dinámicamente a la bases de datos de las que extrae información. Así el observador del mapa se podrá convertir fácilmente en actor de la visualización, eligiendo compañías, umbrales, períodos temporales, longitudes de las rutas, etc., y por tanto, podrá profundizar en el conocimiento y ofrecer interpretaciones alternativas. En suma, se ofrece información, pero también la posibilidad de poder trabajar con ella, de tal forma que todo este proceso pueda servir para conocer mejor el proceso estudiado y crear interactiva y cooperativamente en libertad.
Acabaré tratando, sucintamente, tres temas relacionados con el uso de datos con objeto de promover el desarrollo y la libertad. El primero se refiere a la representación, relevancia o rigor de los datos. Creo que hay que trabajar este aspecto que puede invalidar algunas de las conclusiones y conducir a errores. Uno de los elementos que definen a las “buenas Administraciones” consiste en el mimo con que tratan la generación de datos, el cuidado con el que los gestionan y el rigor con que son utilizados. Lamentablemente nuestro país no se ha caracterizado por ello, todavía menos en época de recortes como la actual: las serie temporales poseen numerosas lagunas, los criterios espaciales divergen, se modifica lo que expresan. Son algunos ejemplos que dificultan extraer información relevante de los datos y realizar comparaciones y contrastes. Hay que tener cuenta que el BIG DATA contiene información cuya fiabilidad y representatividad es muy diversa, aun tratándose de datos que se refieren a la misma realidad, por lo que resulta imprescindible depurarlos, validarlos y cualificarlos adecuadamente.
En relación con los datos que ofrece la Administración resulta imprescindible que se definan con claridad los organismos responsables y que se eviten las tan lamentables duplicidades que acostumbraban ser divergentes. Este hecho ha sido especialmente lesivo en la difusión y utilización de la información espacial por medios digitales, campo que ha tenido un enorme desarrollo gracias a la utilización de los Sistemas de Información Geográfica, junto con el uso masivo de GPS y de programas tipo Googlemap. Resulta habitual superponer información procedente de diferentes fuentes y que no coincida, casi imposible asegurar la coherencia entre diferentes capas de información. Recuerdo que hace unos años cada proyecto que encargaba la Administración, y que debía utilizar cartografía digital, las diferentes empresas adjudicatarias realizaban su propia cartografía, por lo que la Administración no sólo debía pagar por la misma información varias veces, sino que los datos generados, al no haberse creado con unas mínimas garantías de calidad y sobre todo, con las mismas metodologías, resultaba imposible de integrarlos y así ir progresivamente perfeccionando el conocimiento digital sobre el territorio español. Afortunadamente la UE lanzó en 2007 el proyecto INSPIRE, con el fin de generar una cartografía común europea interoperable y compatible, que permita que todas las personas podamos utilizar los mejores datos geográficos en un entorno común y público.
Otro factor se relaciona con el derecho a la intimidad y en especial, con el anonimato imprescindible con que deben tratarse muchos datos en atención a la libertad de las personas. Como hemos visto, mucha datos reflejan las actividades y deseos, la intimidad de las gentes, por lo que un elemento por el que luchar en este campo de la información sería por asegurar el anonimato de esa colectividad humana que estamos dejando una huella cada vez más grande y precisa de nuestra personalidad.
Si han consultado algunas de las webs sugeridas se advierte que algunas visualizaciones de la información resultan muy artísticas, diríamos que desprenden belleza, de otra índole, pero muy relacionada con la que exhiben esos mapas antiguos con los que nos topamos en un museo o en algún palacio. La cartografía, esos grafos que con colores, flechas y símbolos, topónimos y tipografías, atesoran un atractivo visual evidente, que por ejemplo pudimos apreciar en una reciente exposición en el Caixa Fórum de Madrid con el título de Cartografías. Esta característica de performance o espectáculo que pueden adoptar ciertas visualizaciones de los datos ofrece una doble faz que debemos reconocer, la de ayudar a tomar conciencia sobre algún problema social, sobre la necesidad de emprender algún tipo de acción política, pero también quizás la de facilitar la manipulación o quizás incluso, reflejar cierta frivolidad o superficialidad respecto a esa realidad que engañosamente refleja.
En fin, datos, la materia prima del conocimiento, imprescindibles para tomar conciencia de los problemas, imaginar utopías, y actuar en consonancia.
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