PREÁMBULO
La bicicleta es un instrumento revolucionario. Las dos ruedas de este inestable y singular artilugio nos proponen la revolución, avanzar para no caer, girar para avanzar.
Esta máquina, a diferencia de otras, no somete al ser humano. El ciclista es su motor, también su pasajero. Curioso artefacto que nos propone una extraña simbiosis entre nuestra carne y su estructura artificial. Quien monta sobre una bicicleta empieza a pensar de otro modo. Este ensayo nace de la necesidad, y de la oportunidad que la bicicleta nos ofrece de ser actores de un mundo en revolución.
La bicicleta es un arma política. Yo la veo como el símbolo de la democracia, y en concreto, de la democracia más profunda que nos ofrece el espíritu libertario que este triángulo llevado por dos ruedas nos ayuda a desvelar. Todo se conjura contra ella. El ciclista, desde que apareciera en la segunda mitad del siglo XIX, siempre ha sido un polizonte, una especie de Prometeo o Centauro tecnológico en este mundo de hipocresía, acumulación capitalista y destrucción ecológica.
La bicicleta no puede convivir en paz con la economía fósil e injusta que nos esclaviza, con las estructuras de poder centralizado y planificador que tiranizan al mundo y lo llenan de pobreza. El nuevo mundo que la bicicleta puede ayudar a alumbrar no posee una definición, ni un plan, no podríamos plasmarlo en un programa, ni en una suerte de propuesta u hoja de ruta hacia la utopía. La propia bicicleta forma parte de esa utopía, que no posee ni un camino, ni un itinerario prefijado, y cuyo contenido consiste en el propio pedalear, en circular juntos en un pelotón ciclista que nos ofrece una imagen muy adecuada de esa economía en red, igualitaria y participativa, que nos propone el espíritu de los hacker, y de todos aquellos que luchan por la libre circulación de ideas, cultura y saber.
Quien pedalea ya no puede ser el que era. Para pedalear hay que poseer salud, capacidad para convertir el alimento que ingerimos en energía cinética. La bicicleta nos convierte otra vez en animales solares. Y por tanto, en virtuales contrincantes de la economía centralizada y totalitaria que el petróleo preconiza. Por ello, quien ensaya el pedaleo sobre las dos ruedas debe reflexionar sobre el transporte, el urbanismo, la nutrición, la salud, las drogas, la economía, sobre todo aquello que influye en ese motor solar que es un ciclista montado sobre su cabalgadura. Y también sobre todas esas enormes estructuras de poder que forman los Estados, las petroleras, la industria del automóvil y de la construcción, las farmacéuticas, las multinacionales de la alimentación, todas ellas en contra del concepto de ser humano autónomo e independiente que la bicicleta simboliza.
Como todos los ensayos, mi ensayo sobre las dos ruedas de mi bicicleta parte de mi propia experiencia pedaleando y reflexionando en torno a este hecho singular. Cada cual debe encontrar su camino, cada persona debe ensayar para encontrar respuestas. No postulo soluciones, sólo os propongo muchos interrogantes y algunas respuestas. Estad atentos al pelotón, a esa red anárquica en movimiento, porque quizás sea de sus erráticos movimientos de donde surjan las nuevas respuestas.
………………………continuará…………….
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