Sobre «Mar de lirios» de Fátima Rü

La cantaora, y compositora gaditana Fátima Rü, acaba de sacar un nuevo disco, «Mar de lirios«, que presenta el 6 de noviembre en la sala Galileo a las 21 horas.

Fátima nos descubre un mundo que nos acuna y mece. Sus olas no son de tempestad, ni de calma chicha y, sin embargo, emocionan por su variedad de matices y gestos.

Canciones marinas que dejan un rastro de salitre en el alma, algo de melancolía, pero, sobre todo, una alegría delicada que ella usa para navegar entre lirios, esa planta elegante y de flor aterciopelada que nos desvela una imagen sugerente de lo femenino «¡como la garganta del lirio ante el colibrí!».

El agua disuelve las más diversas sustancias, y este disco nos ofrece un ejemplo de ese espíritu sincrético e integrador que anima a Fátima: con una sólida base flamenca, su voz fluye sin resabios ni ataduras dogmáticas por vericuetos rítmicos y melódicos extraídos de otras tradiciones. Hay un dejarse influir, mecer, por esas brisas diversas, una vibración que el junco flamenco de esta cantaora nos ofrece con genuina sinceridad, un alma que funde, colorea, y anhela sentirse barquita por esos «caminos de la vida».

«Que la tormenta es breve como la soleá»: toda la música de este disco se nos revela como una ofrenda para que este deseo se transforme en realidad, el ferviente deseo de achicar los malos agüeros y agigantar los momentos lúcidos de clara sensatez y sencilla alegría, el tesón por dilatar un continuo renacer.

«La raíz del color de tu voz»: la voz de Fátima es profunda, clara, muy directa, carente de ampulosidad y pose. Voz arraigada que suena presente, fresca, y atesora una enorme madurez, porque cada sílaba, verso o gemido está estudiado, pulido y refinado, porque cada acento nos abre una intención y un sentido que evoluciona a través de su cante. Gusta de alargar los melismas y repetir palabras y metáforas, pero dándoles nuevos sentidos cada vez, una reiteración de versos e imágenes de las que va extrayendo matices y significados nuevos a través de la variedad y la diversidad de las técnicas vocales que emplea. Es un canto que hace premeditadamente delicado y casi tierno, adaptado a la necesidad de unos poemas sensibles que ella misma ha compuesto. Existe un deseo expreso de templar, de no desgarrar la palabra, una ausencia premeditada de los dejes más reconocibles y efectistas del flamenco y un deseo profundo de sondear sus esencias más suaves y acariciantes.

Todo en este disco denota que se ha puesto mucho cuidado y atención, que los músicos han estudiado cada estrofa y acompañamiento con mimo y sentido. La cantaora también ha sido artífice de la música, y se nota que las palabras y los sonidos han sido enhebrados por la misma mano. Gracias también al esfuerzo de los intérpretes, que no lo han tenido nada sencillo, la omnipresente guitarra de Pedro Pedrosa, el contrabajo de Raúl Platz, las percusiones de Félix Arribas, el violín de Nicolás Ortiz y la trompeta de Manuel Machado complementan con sencillez y originalidad la voz de la cantante y dotan a cada canción de su propio perfil tímbrico y estilístico.

Gracias a todos por este magnífico regalo.

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