
En mi actividad actual casi nunca pienso ya en el agua, en los recursos hídricos, por dar una término más tecnológico y político. Pero ocasionalmente la prensa me importuna con noticias que me hacen recordar otros tiempos. Ocurrió hace unos meses con el Canal de Isabel II, y en el día de hoy con la sentencia de la Audiencia Nacional por la que se anula el anteproyecto y el estudio de impacto ambiental de la presa de Biscarrúes sobre el río Gállego en la cuenca del Ebro.
En el estudio técnico que ayudé a redactar sobre dicho embalse, las conclusiones no dejaban dudas sobre lo inadecuado de plantear esa obra, tanto por razones económicas, como sociales y ambientales. Siguen existiendo otras alternativas viables. La obra no deja de ser un caso más del caciquismo tecnocrático que avala tantos años de política hidráulica ineficaz y desfasada. Mi oposición a este embalse fue una de las causas de mi dimisión como director del Centro de Estudios Hidrográficos del CEDEX, un organismo público cuya misión consistía en asesorar, con independencia, las decisiones políticas, y que fue presionado para que nuestro informe fuera favorable a la construcción. Ahora, cinco años después, parece que los tribunales nos dan la razón.
Imagino que en breve tendré que volver a escribir, a mi pesar, nuevamente sobre el mundo del agua, en relación con la Central Nuclear de Garoña. Esperemos.
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