ORIENTACIONES EN EL UNIVERSO HIPSTER, HIPPIE, YIPPIE, HACKER, BEAT… Y DEMÁS TRIBUS MÁS O MENOS CONTEMPORÁNEAS

La jerga sociológica alrededor de las tribus o de las identidades resulta realmente compleja. Especialmente la anglosajona. En el siglo XIX las cosas estaban más claras. El concepto de clase política nos mostraba un mundo menos complicado, más diáfano, y caracterizado casi únicamente por tu papel de burgués o proletario, de lumpen o capitalista. Etiquetas, modas. Orientarse en el siglo XXI resulta más problemático. Pero las identidades también son más difusas. Las redes permiten una pertenencia múltiple, y poder desplegar la personalidad entre diferentes tribus o files. Porque se puede elegir para conformar nuestra original identidad. Surgen así dos visiones contrapuestas sobre lo que una tribu o un calificativo sociológico representa: la que considera que esas identidades electivas realmente existen, que algo sólido las sustenta, que representan realidades sociales defendidas por grupos definibles por características concretas. Y también la que cree que cada una de estas tribus sólo existe como imaginario, como símbolo o mito alrededor de los cuales tendemos a identificarnos y a sentir afinidades, estereotipos creados por el cine, la literatura y la música, pero sin materializaciones claras en grupos de sujetos reconocibles e identificados con un esquema o un dogma, unos atributos. Sea como fuere, esta nomenclatura tribal nos permite conversar, orientarnos, adoptar posiciones, cavar trincheras y establecer vínculos, por lo que resultan útiles de lucha y pensamiento apropiados para analizar lo contemporáneo y los antecedentes históricos sobre los que se sustenta.

La historia de cada uno de estos movimientos o generaciones se haya repleta de tendencias, escisiones, particularidades, orientaciones, fusiones, traiciones, giros, herejías, rupturas. Dudo que la cultura o el movimiento HIPPIE, por ejemplo, pudiera definirse, solidificarse en unas características concretas y aceptadas por todos. Sin embargo, considero que ello tampoco resulta demasiado relevante a los efectos de entender las identidades y su impronta social y política. Lo realmente útil lo hallo en su historia, en las biografías de sus guardianes, en la relación conflictiva con su entorno y dentro de su mismo grupo. En el valor de la experiencia y de sus trayectorias. Muchos de ellos nos ofrecen formas de vida alternativas, revolucionarias, un intento de compatibilizar el pensamiento con la acción, de buscar algún tipo de santidad o heroicidad, en la medida en que el santo o el héroe se enfrentan conscientemente a un mundo que les niega, pero en el que a pesar de todo deben seguir viviendo; ese querer vivir según las propias reglas, pero en conflicto con las otras reglas, las injustas del mundo que se aspira cambiar, representa quizás la lección más feliz que todos estos movimientos y generaciones nos ofrecen. Otras tribus no, y tras fachadas underground o desafiantes esconden comportamientos de enorme conservadurismo y connivencia con el poder, como es el caso de los HIPSTER.

A través de un itinerario cultural compuesto principalmente de lecturas, pero también de mucha música y películas, documentales, he establecido ciertas orientaciones, encontrado genuinos acompañantes, salteadores de caminos, carismas y vómitos que deseo compartir de igual modo a cómo se comparten rutas GPS en portales abiertos y públicos como wikiloc.

Sobre los HIPSTER, el ameno y rompedor blog de Kiko Amat, afirma lo siguiente, en los comentarios que realiza del libro de la escritora alemana Meredith Haaf, “Dejad de lloriquear: sobre una generación y sus problemas superfluos”, publicado por la editorial Alpha Decay en 2012.

“(…) la Generación Perdida, o Generación Pragmática, como se la ha venido a llamar. Para aquellos de ustedes que no estén familiarizados con esta estirpe, los GP tienden a ser (a grandes rasgos): llorones, exhibicionistas, narcisistas (en su formato menos interesante o excéntrico), adaptables, emprendedores, empalagosamente simpáticos, apolíticos, apáticos, timoratos, fatalisto-egoístas y muy, pero que muy, pelmazos en Internet. Es suya la década de la cháchara, la banalidad, el consumismo bulímico y la diferenciación estéril (por tipos de peinados o zapatitos o clase de computadora); y, por añadidura, su generación engendró a los fidedignos hijos de Satán: los hipsters.”

Creo que fueron los BEAT una de las primeras tribus en poseer un nombre, allá por los años 50 del siglo XX, y un libro con el que identificarse, “En la carretera”, de Jack Kerouac, e incluso un modelo de vida, la del carismático Neal Cassady. De los BEAT surgieron los BEATNICKS, ya como adjetivo peyorativo lanzado por ciertos periodistas y sociólogos contra algunos de sus miembros o tendencias. A través del filósofo, poeta y activista Allen Gingsberg, los BEAT influyeron, según se dice, en los HIPPIES y en gran número de movimientos de protesta y generaciones vociferantes que proliferaron alrededor de la guerra de Vietnam y de mayo del 68. La película del chivato –en la caza de brujas del senador McCarthy-  Elia Kazan, “Rebelde sin causa”, de 1955, ejemplifica adecuadamente la campaña de desprestigio y tergiversación de la generación BEAT, tanto en Hollywood, como en la prensa y la academia.

En todos ellos existía un fuerte afán exhibicionista, y un posicionamiento claro y enfrentado a la tradicional relación con las drogas, el sexo, la educación, el dinero, la política y la guerra. Una lectura rupturista de los conceptos de libertad o emancipación. En suma, el deseo de transformar la realidad, y empezar a vivir el nuevo mundo aunque las estructuras antiguas aún estuvieran en pie. Sobre todo, un modo alegre, festivo, desinhibido de acercarse a la política, de expresarse públicamente, de fundir la música y el teatro en formas de protesta espontáneas.

El HIPPIE se nos muestra como el epítome de estas tribus o contra-culturas, por haber sido el espécimen más analizado y también utilizado por los medios de masa para ironizar o abiertamente ridiculizar las culturas rupturistas de los 60. El colgado de LSD o marihuana, sucio, disfrazado de indio, sin trabajo, un puro geta del día a día con su coche destartalado y pintado de flores, forma parte del imaginario publicitario y social. Los clásicos distintivos hippies ya no representan nada a nivel político, una simple estética sin ética, un puro maquillaje que utilizan en diferentes versiones los RASTAFARIS, GRUNGES, FRIKIS, JEBIS, FUNKS o las niñas y niños monos para significarse socialmente con ciertas dosis de ambigüedad. La frikipedia ofrece desternillantes definiciones al respecto.

Los estudios sociológicos sobre los HIPPIES resultan abundantes, también la literatura en la que de algún modo aparecen reflejados. El sistema ha fagocitado a los HIPPIES de un modo que resulta paradigmático a como la propaganda-publicidad, el poder establecido, ha intentado incorporar como imagen, logotipo y bandera despolitizada y conservadora, a otros movimientos de corte revolucionario, rupturista o contra-cultural, ya sean los okupas, indignados, el Che o los movimientos de desobediencia civil en torno a los derechos humanos, contra el racismo o la guerra.

El movimiento HIPPIE puso en marcha una fuerza inusitada hasta ese momento en Estados Unidos, justo en la fase de máximo éxito de su economía y política exterior, en plena cruzada anticomunista y de feliz expansión de su particular modo de vida consumista, de ética del trabajo y de ascenso social. El poder se movilizó en todos los frentes. El mundo grotesco y en apariencia absurdo que crea el novelista Thomas Pynchon en torno a “Vineland” me parece muy adecuado para comprender la guerra mediática y de pura infiltración policíaca que el poder, personificado en Nixon, utilizó para contrarrestar el avance de la revolución en casa.

Sobre cómo el movimiento degeneró en pura cosmética y en icono comercial, en puro supermercado alternativo de masajes, fetichismos, éticas orientales, narcisismo y pornografía, la novela del escritor francés Michel Houellebecq, “Las partículas elementales”, me parece muy apropiada. También con su humor ácido la última novela (2010) publicada en español, del escritor británico Martin Amis, “La viuda embarazada”, sobre la revolución sexual.

Pero el inusitado interés por los HIPPIES, y su consiguiente desprestigio y conversión en puro humo mediático, ha ocultado la existencia de otro movimiento, este sí, cargado de un mayor poder de subversión y sobre el que se ha extendido un halo de indiferencia y ocultamiento digno de ser analizado. Se trata del movimiento YIPPIE, que no se confunda, por favor, con los YUPPIES de los 80, esos niños bien recién salidos de las más prestigiosas universidades y que llevaron al aburrido capitalismo reagan-thatcheriano el espíritu neocon, la alegre frivolidad juvenil, una meditada apariencia progresista y una desinhibición ética acerca de las consecuencias nefastas que sus decisiones empresariales y económicas provocaron sobre el bienestar de la población.

Encomiable el trabajo que la editorial ACUARELA está realizando sobre el movimiento YIPPIE. Su blog le dedica numerosos recursos. Y su línea editorial está publicando y dando a conocer una serie de libros que ilustran con gran acierto lo que significó este movimiento político y cultural cuya experiencia debería resultar útil para acometer las luchas que se nos avecinan.

En este mapa conceptual desplegable elaborado por ACUARELA ediciones se muestran las relaciones político-culturales que conformaron el movimiento YIPPIE. Vinculado con el International Youth Party su coreografía política de corte libertario y antimilitarista merece ser rescatada, por su original sentido provocador, teatral y corrosivo. La citada  editorial acaba de publicar del conocido activista yippie Abbie Hoffman, “Yippie, una pasada de revolución”. Extraigo las siguientes palabras de introducción:

“Los yippies entienden la revolución como una lucha de símbolos y dedican la mayor parte de sus esfuerzos activistas a la creación de mitos, rumores y ficciones. Como distintas formas de comunicar la belleza exuberante de la cultura juvenil alternativa y perturbar a los espectadores con imágenes irresistibles de otro mundo. Muchas de sus prácticas (guerrilla de la comunicación, performance callejera, nombres colectivos, humor y absurdo) han sido retomadas por los movimientos políticos más creativos de los últimos años. ‘Yippie! Una pasada de revolución’ presenta por primera vez en castellano los mejores escritos de Abbie Hoffman, el líder yippie que conjugó las teorías de Marshall McLuhan, la sátira de Lenny Bruce, el ritmo de los Beatles y el teatro de Artaud en el desafío más radical y extravagante lanzado nunca contra la sociedad americana.”

Considero que estos materiales y experiencias, entre los que podríamos incluir el “Tratado para radicales: manual para revolucionarios pragmáticos”, que Saul Alinsky publicó en 1971 (y que Traficantes de sueños nos ofrece gentilmente), pueden ayudar a construir una biblioteca magnífica de recursos revolucionarios, experiencias organizativas, inspiraciones alucinadas y provocadoras, un recital de cultura y performance que convenientemente adaptadas a las posibilidades que nos abren las TIC, la era digital y la red auguran un nuevo ciclo de protestas prolíficas y realmente destructivas del orden establecido.

La figura del HACKER, de la que tan lúcidamente nos habló en 2002 el muy divulgado libro La ética del hacker, de Pekka Himanen, constituye una adaptación de ese espíritu ácrata de los años 70, y su lucha por conseguir que la red informática, como parte de la humana, se convierta en un entorno de libertad donde se comparte el saber y el conocimiento, donde la cooperación y una nueva forma autónoma y espontánea de concebir el trabajo y las relaciones sociales se desarrollen sin las cortapisas de los derechos tradicionales de propiedad intelectual, sin la censura ni el poder omnívoro de los grandes medios de comunicación y de poder. Nuevamente Traficantes de sueños nos ofrece un libro indispensable sobre cómo el CIBERPUNK, ANONYMOUS y otros grupos políticos utilizan la red para comunicarse, organizarse, emprender campañas y realizar acciones revolucionarias y de protesta de gran alcance, de Margarita Padilla, El kit de lucha en internet.

Breve cartografía orientativa que aquí termino y a partir de la cual espero podáis encontrar puntos de fuga, nuevas panorámicas, hallazgos inusitados que incorporar a vuestra propia guía de caminos y senderos.

Licencia de Creative Commons
Orientaciones en el universo hipster, yippie, hipster, beat, hacker…y demás tribus más o menos contemporáneas, by Rui Valdivia is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.

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