
Trata sobre la experiencia artística y el papel que cumple en la evolución de las sociedades humanas. No pretendo definir tanto la obra de arte, cuanto escribir sobre cómo la experiencia artística es un hecho neurobiológico que utiliza nuestra cerebro y la sociedad para cambiar su imaginario para fabricarse a sí misma. Sin embargo, para muchas personas cultivadas el arte se ha convertido en un sustituto de la religión, algo inefable y sagrado cuyo gozo se asemeja al de un éxtasis místico, pero agnóstico. Museos, galerías, teatros, auditorios, monumentos, paisajes, todos ellos aureolados por una sacralidad artística que en cierta manera los emparenta con la estetización de las mercancías, de la publicidad erotizada y esteta con la que nos tienta el nuevo capitalismo creativo, cultural y cognitivo.
También se considera que el arte, y sobre todo, la educación artística, poseería la capacidad de convertir a los niños en buenos ciudadanos, en activos emprendedores no sólo de las denominadas industrias creativas, sino también de ese nuevo sector industrial que basa su éxito en la innovación, en la aplicación de habilidades cognitivas cercanas a las que se consideraban propias de la imaginación artística. El arte, a semejanza de la antaña educación religiosa en preceptos y en moral, tendría esa rara habilidad para transformar el conflicto social en armonía, las malas pasiones en deseos elevados de belleza y consenso.
El arte no es sólo un objeto. El arte es un estado de conciencia, una actitud corporal y mental particular que se despierta en una persona cuando el contexto y su predisposición se articulan de un cierto modo. El arte es un vínculo, un nexo entre una situación material del mundo y una percepción mental. Lo esencial en el arte no es el objeto artístico, sino el especial vínculo que despierta esa emoción que buscamos (impulso) cuando estamos predispuestos a percibir de esta forma tan particular. El vínculo artístico lo entiendo más como un verbo, una acción, una experiencia. No existe el verbo “artear”, pero percibir arte va más allá de la mera contemplación, del acto pasivo de oír o ver eso que se ha denominado una obra de arte. El arte es un juego. Bien lo saben los que lo interpretan (el to playanglosajón), pero también quienes lo escuchamos o lo ven, un juego donde las normas tácitas nos predisponen para que cualquier cosa o situación pueda ser percibida activamente como algo dotado de cualidades estéticas. Y por tanto capaz de alterar nuestro estado de consciencia y hacerla permeable a otras simulaciones posibles del mundo que nos rodea.
Un tema de crucial importancia al respecto son las bases neurobiológicas de este “engaño” o juego que es la experiencia artística. Creo que este tema de reciente investigación y al que podríamos denominar “el juego de las percepción” posee, junto con la antropología y su relación con la biología evolutiva, un campo muy fértil de indagación sobre la experiencia artística, una serie de datos que ninguno de los filósofos clásicos de la estética pudieron tener a su disposición y que define un campo de juego muy distinto sobre lo que el arte significa para el ser humano.
Por esta razón, la experiencia artística nos permite visualizar otra realidad. No una realidad sobrehumana, mística o celestial, sino una realidad diferente, material, aquí y ahora. El ser humano no puede percibir toda la realidad a la vez, sino que en función de nuestros deseos y de nuestra constitución biológica, de la acción que en cada caso deseamos realizar en el mundo, percibimos un tipo de realidad, una especie de selección electromagnética de estímulos que adaptamos en función de nuestras intenciones. Esa es la realidad propia de cada persona en cada momento. Y el gran hallazgo evolutivo de la experiencia artística consiste en que nos permite alterar la realidad que percibimos, y dotar, por tanto, al perfume, al vestido o al cuadro, a la economía, la ciencia y la sociedad, de unas vivencias y emociones distintas a las habituales o tradicionales. Tanto si deseamos transmitir un nuevo universo de aromas, como una utopía política, o una nueva teoría científica, la mejor, y yo diría casi única forma de hacer surgir la emoción que nos va a permitir transmitirla posteriormente con el lenguaje y la acción, sea la experiencia artística que nos hace viajar a otra realidad inconcebible en el presente.
Índice
- Sobre la experiencia artística
- Percepción, experiencia y biología del arte
- Metáforas de la ciencia y del arte
- El arte en el cerebro
- El arte y los sistemas simbólicos
- Fabricar el mundo
- Experimentos en torno al arte y la ciencia
- La experiencia artística como conocimiento
- Perversiones artísticas y sensoriales
- La experiencia artística como epifanía
- La experiencia artística como cibernética
- La semántica narrativa y juguetona del arte
- Las experiencias artísticas como modelos de realidad
- Sobre la belleza y sus demonios
- La tiránica ley de la belleza
- La política de lo bello
- Estereotipo, mímesis y representación
- El sistema de las bellas artes
- La estética en la política moderna
- ¿Arte para la política?
- Arte para la emancipación
- Entre la cultura y la naturaleza
- El arte como un híbrido
- Arte para la vida
- Arte para la utopía
- De la imagen del mundo al mundo de las imágenes
- Arte para el espectáculo
- La experiencia artística bajo el monopolio mediático
- Arte en el capitalismo cultural
- Las cosas en la experiencia artística
- El arte de las cosas
- La creación artística en el capitalismo cognitivo
- Arte sin artistas
- Arte sin Estados
- Arte y vida como teatro
- Apoteosis del arte

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